En estos convulsos días, la actualidad política está más efervescente que nunca. Los partidos más enfrentados que nunca. La sociedad más polarizada que nunca. Y en situaciones así, las pasiones se desbordan, la paciencia se pierde y las bocanadas se suceden sin parar desde un extremo al otro del arco ideológico nacional.
Y aquí me encuentro dando gracias a Dios, nuestro señor, por haberme colocado a estas alturas de mi vida en una posición en la que mi opinión le importa una mierda hasta a mí; y eso, amiguetes, me dota de una libertad verbal que, mientras no supere los límites legales y de la libertad de expresión, me deja explayarme con moderada (aunque vehemente) claridad.
Tengo un amigo (más que amigo, hermano) de la infancia que es juez. Y soy más o menos consciente de los privilegios que se ha ganado con trabajo, esfuerzo, estudio y sacrificio. No en vano, interpreta las leyes y decide sobre la vida de cualquiera de nosotros. Y en este caso en concreto, me alegro de que así sea, porque sé quien es, de donde viene y a donde puede ir, y no creo fácil encontrar persona más bien nacida y honesta para dirimir sobre vidas ajenas. Ojalá lo tuviera a él enfrente si un día me veo metido en un embrollo que necesite de sus disquisiciones.
Pero ese privilegio tiene también sus prebendas. "la mujer del césar no sólo tiene que serlo, sino que parecerlo", e imagino que el código deontológico de su profesión le obliga a ser prudente, a ser comedido y a morderse la lengua quizás en más de una ocasión por más que sus impulsos personales le fustigen para dar un puñetazo sobre la mesa. Aparte, es padre, esposo, hermano e hijo, y todas esas variables condicionan (para bien, no lo discuto), el comportamiento de una persona, y bridan con eficacia cualquier momento de frustracion tendente al exabrupto o la ira. No debe ser fácil convivir con la seguridad de que ganarte enemigos puede acarrearle consecuencias a tu carrera, tu familia o a cualquier cosa que estimes en la vida.
Pero yo, insisto (gracias Dios mio), soy un "mister nobody" sin trabajo que perder, sin hijos a los que proteger, sin familia a la que abrigar, y por más triste que aparente esa realidad, tiene su lado bueno: todo me importa una mierda, literalmente. Y me permite unos desahogos que otros quizás no puedan , o no deban permitirse.
Y para más INRI, mi sustento básico está garantizado por más injerencias que quieran producirse, y eso, alabado sea el señor, me avala para ser un bocazas sin demasiados miedos. Por eso sustento la irreverencia más absoluta y me permito unos lujos verbales que otros sueñan por los siglos de los siglos. Y vale, quizás algún día las circunstancias cambien y tenga que tragarme mis palabras del mismo modo que mi perro se traga las sobras de mi comida: sin rechistar. Pero hoy por hoy gozo de mis privilegios y pido perdón por ejercerlos.
Me cago en todo lo que me parece cagable sin mayor abundamiento y sin complejos. Pido perdón por algún exceso y me importa un pito y tres pimientos caer mejor o peor a personas sin alma ni trascendencia sobre mi vida. Le doto de poder a quellos/as a quienes el respeto intelectual que les profeso pudiera ofender, pero a la postre acabo haciendo y diciendo lo que me da la real gana con la prerrogativa de que, más tarde, quizás me arrepienta y pida disculpas, pero siempre sin conflicto con mis propias contradicciones.
Y en cualquier caso, también tengo mi propio código deontológico: "no dañes sin necesidad, no abuses, pide disculpas y no rindas pleitesía". Con eso, ya firmo lo que me quede de vida.
Besos para ti, que te los mereces todos. Y por más errático que me veas, no dudes de que te quiero.
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