martes, 22 de octubre de 2019

independentismo Vs unionismo. Mi sesgada visión


El “problema” catalán. Independentismo Vs Unionismo…

Antes que nada, tengo que trazar una linea roja: no soy nacionalista. Y eso condicionará todo mi parecer.

 Nací y me crié en el seno de una familia canaria acomodada. Soy canario. Profundamente. Y esa condición, me hace acreedor de otra identidad: soy español. Hasta la médula. Y tuve la suerte de vivir 17 años en Cataluna. Eso no me da galones de ningún tipo, pero sí criterio propio con lo que está pasando.

 Despues de 17 años creciéndo y educándome en un peñasco canario, mi identidad estaba más que construida. Soy canario, descendiente de los nobles guanches, tengo un patrimonio cultural diferenciado y definido. Mi patria chica me sublima y me enorgullece. Soy de una generación educada en la creencia de que los menceyes y guanartemes guanches eran el sumuns de la dignidad; que preferíamos morir riscándonos de un roque antes que sucumbir ante el invasor español. Me mamé la “cantata del mencey loco”. Oí a Taburiente, y siempre vi a los peninsulares como una especie de abusadores con una pronunciación agresiva que trataban de convencerme de mi “minusvalía” cultural y geográfica ante su poderío histórico y supremacista. Unos “godos” despreciables en todo sentido.

 Y resulta que a los 17 años me voy a estudiar y vivir en Barcelona. Y lo que pretendía ser una estancia limitada a 5-6 años, se convirtió en un modus vivendi que se prolongaría durante 17 años más.

 Llegué a Cataluña pensando que el catalán era como el latín; una lengua muerta que no usaba nadie, pero la realidad me dio la primera bofetada. Mis primeras experiencias fueron que el catalán era una lengua viva, usada y prevalente. Y eso no me supuso mayor problema. El catalan, para un castellanoparlante, es una lengua muy sencilla de asimilar. Cualquier estudiante medio que en 2 de bup se hubiera leido el poema de mio Cid no debería de tener problemas para entender a un catalán que le hablara despacito. En un par de meses lo entendía todo perfectamente, y en un par más, podía hablarlo sin ser Salvador Espríu, pero con cierta dignidad.

Mi formación más importante se dio en colegios y universidades catalanas, y el idioma jamás me supuso un problema o una desventaja. Mis amigos de esa época son de los mejores que conservo; catalanes de pura cepa que me acogieron con la cortesía y educación que se le supone a las gentes de bien. Me cuidaron, mimaron y ayudaron en todo lo que necesité. Hoy día, mi amigo Jordi (no podía llamarse de otra manera), es de los seres vivos a quien más adoro en el mundo.

 También es verdad que yo no puse problemas. Estaba en tierra extraña y te adaptas o mueres. Y yo supe adaptarme, y los que me acogieron, me lo pusieron muy fácil. Aún recuerdo recriminar a mis amigos catalanes que me hablaran en castellano, cuando yo lo que quería y necesitaba es que me forzaran a hablar en su lengua, pero no había manera. Siempre intentaban agradarme y acogerme hablando en un castellano que se notaba que les salía con dificultad y haciendo un esfuerzo.

 Pero es cierto que aprendí que su cortesía también encerraba una especie de condescendencia que me indicaban que nunca me vieron como a un igual. Ellos también tenían su historia, sus mártires, su idiosincrasia y su supremacismo. Se creían “el pueblo elegido por Dios”, como los canarios nos creíamos el pueblo elegido por Alcorac. Adoraban sus costumbres, LENGUA y tradiciones, y en base e ello obraban. Quizás la diferencia es que tenían un puntillo soberbio en el que se consideraban por encima de los demás pueblos peninsulares. No en vano, cataluña siempre ha sido una de las regiones más prósperas y  punteras de la piel de toro. Sí, creían ser más europeos que nadie, más emprendedores que nadie, más trabajadores que nadie….era su legado y su creencia, y ¿Quién puede rebatírselo si es la pura verdad?

De ser catalán, lo reconozco, pensaría igual que ellos. Pero no era catalán, y tuve la suerte de comparar dos mundos diferentes desde una equidistancia en ocasiones difícil de asimilar.

 Recuerdo a mi adorado Jordi tratando de explicarme que el catalan “no es ni mejor ni peor que el español, pero es diferente”. A mi siempre me crujió el argumento. Porque yo soy diferente a un madrileño, a un andaluz o a un gallego. Pero eso no me causa ninguna contradicción con mi condición de español. Y por supuesto, cuando alguien se empeña en resaltar su diferencia, lo que está haciendo es compararse por arriba. Nadie insiste en señalar diferencias que le colocan por debajo. Las diferencias están para auparte, no para enterrarte. Y por eso lo de la “diferencia”, aunque estuviera edulcorada por el “ni mejor ni peor”, a mí siempre me sonó a supremacismo puro y duro.

 Pero es que es normal. Los canarios, siempre dispuestos a reirnos de un tercero, siempre hemos considerado al foráneo como a un pardillo que no es capaz de captar nuestra retranca ni entender nuestra mar de fondo. Pues amigos, a ellos les pasa igual.

 Pero vivir entre catalanes, hablar su lengua y comprender sus motivos me enseñó muchas cosas que por una parte cuestionaban mi orgullo isleño a la vez que me enseñaban a entender los “disparates” de mis anfitriones.

 Recuerdo a un profesor que tuve en 4 de EGB. Un cura godo que se empeñaba en decirnos que el acento y el habla canaria era la fuente de toda la torpeza gramática nuestra. Que el pronunciar la s, la c y la z de igual forma nos convertía en torrentes de disparates ortográficos, y por ello, quiso que toda la clase aprendiera a pronunciar en godo, forzándonos a hacer ejercicios bucales para llegar a una pronunciación correcta. Un claro ejemplo del godo colonialista incapaz de entender que el español que se habla en canarias es más representativo en sudamérica, las antillas, andalucía, galicia o la propia cataluña que el que se habla en el mismo centro de valladolid. Y que a los canarios nos molesta lo indecible que un peninsular venga a decirnos “que hablais mal” simplemente porque tenemos nuestra propia forma de adaptar el castellano a nuestra historia y nuestros ancestros. Que para nosotros, decir “vosotros” es algo que nos desgarra el alma y se nos muere un baifo. Pero no, creo que nunca lo entendió.

 Y colegas, eso les pasa a los catalanes. Personas para las que el catalán es su lengua materna no pueden dejar de sentirse ofendidos cuando cualquier castellanoparlante les EXIGE que hablen castellano en su presencia, y que el uso del catalán es una ofensa y una falta de educación.

 ¿Se imaginan ustedes que alguien les exigiera que cuando hubiera un peninsular delante tuvieran que pronunciar las C y la Z a lo godo para no ofenderle?. Pues es lo mismo.  Mis amigos catalanes, acostumbrados a hablar entre ellos en catalán, encuentran muy difícil mantener una conversación en castellano cuando hablan entre ellos cuando hay un castellanoparlante en la sala. Y no es falta de educación. Es lo normal.

 Tengo la suerte de tener amigos extranjeros que me visitan en canarias. Mi propia ex pareja no habla castellano, solo inglés, y cuando la he llevado a compartir con mis amigos canarios, todos se esfuerzan por hablarle en inglés, pero cuando tienen que dirigirse a mí, lo hacen en español con acentazo canario, sin caer en la cuente de que ella no se está enterando. Sin embargo, no son capaces de aplicar esa norma cuando están en cataluña y sus amigos catalanes hablan entre ellos catalán, que es su forma natural de comunicarse, y se ofenden soberanamente aludiendo a una falta de educación que no es tal. Sinceramente: en 17 años jamás me encontré a un catalán que no me hablara en castellano si le reclamaba que lo hiciera. Pero muy mal hablaría de mi si tratara de forzar a personas acostumbradas a hablarse en su idioma, a que cambiaran al castellano por mi excelsa presencia. Que no. Que hay mucho españolazo que llega a cataluña exigiendo que le hablen en el idioma del imperio, igual que hay mucho godo que llega a canarias esperando que le pronuncien la Z del fondo de Zamora. Y como en toda circunstancia de la vida, “allá donde fueres, haz lo que vieres”, y si te toca estarte un rato callado porque no entiendes a tus anfitriones, pues te la mamas y esperas hasta que puedas entrar en el debate de la forma que sea.

 Nadie espera que en londres le hablen español por derecho divino. Lo que no sé es porqué sí esperan que en Cataluña lo hagan, amparados bajo el manto de “estamos en españa y a mi me hablas en español”, irrespetando las costumbres y la lengua de unas gentes que lo único que hacen es expresarse en su lengua materna en el territorio que habitan.

 Y dejando estos detalles, también tengo algo que reprocharle a la sociedad catalana que me adoptó y acogió. Y el reproche no es otro que el haber sucumbido, más allá de sus derechos, a unos políticos de ideología nacionalista que les hicieron creerse la musa de todas las artes. Que les adoctrinaron con mentiras supremacistas y se las creyeron, como yo me creía la nobleza guanche. Que ser catalán no es ser mejor que nadie, como no lo es ser de cualquier otra parte. Que el nacionalismo fanatiza e idiotiza. Que el adoctrinamiento es peligroso y que al cabo de los años, eso se esté visualizando de una forma tan cruenta como lo está siendo ahora.

 El catalán de los 80 ha sucumbido a la TV3, a los libros de historia a la carta y ante el sentimiento de agravio que los políticos sin escrúpulos les han hecho crecer en el corazón. Que los de “espanya en roba” tiene su antagonismo en “Pujol es qui robaba”. Que no son mejores – ni peores- que nadie, y que si quieren escindirse, tendrán que hacerlo con el consenso de todos los que integramos esta nación (la española). Que yo en Barcelona me siento en casa, del mismo modo que espero que un catalán en canarias se sienta en la suya, y que me revolveré ante la idea de que quieran excluirme y ante la idea de que quieran excluirlos.

 Y vuelvo y digo: no siento un especial orgullo por ser canario. Tampoco por ser español. Que en cuanto pueda, pondré las patas fuera de este cainita e ignorante país. Pero incluso cuando pueda irme, querré la mejor de las bendiciones por todos los habitantes de la piel de toro. Porque mis compatriotas, a la postre, son mis vecinos, mis amigos y mi familia. Y que mi patria estará allá donde cuelgue mi sombrero.

jueves, 10 de octubre de 2019

¿porqué Bangkok?

Este texto no es mío.
 Es de un añorado amigo fallecido que vivió unos cuantos años en Bangkok. Nos conocimos por la red y luego en persona en la ciudad de los ángeles. Y fue él mi mentor y quien me abrió el camino para conocer la megalópolis más fascinante del mundo. Me hubiera gustado ser yo el autor de este texto, porque me inspiró y fue el aliciente que necesité para lanzarme a una aventura que ya se prolonga por una década varias veces al año.
 Que lo disfruten y les inspire tanto como me inspiró a mí:

PORQUÉ VIVO EN BANGKOK?

Color. Una de las cosas que hago cuando me encuentro de bajón es pillar un taxi y pedirle que me lleve hacia las afueras. Ver las zonas de Bangkok, los regadíos, los canales, la gigantesca cantidad de pequeños comercios, las personas vendiendo, ofreciendo, caminando, trabajando, los anaranjados monjes, los conductores de moto-taxis en con sus libreas coloradas, las turistas nórdicas con su tez pálida y su melena amarilla entre los indios negros de pelo oscuro, por los puestos callejeros en los que se venden mil abalorios colgando mostrando su mejor aspecto. Ver las palmeras verdes refulgir con el sol. Ver la vida fluir es sensacional.
 
Cosmopolita. Personas de absolutamente todos los lugares, oriente y occidente, se juntan aquí. Ir a celebrar el año nuevo a Khao San Road es una experiencia que hay que hacer al menos una vez en la vida. Ver a toda esa gente, de todos los países de Asia y occidente, convergiendo en esa calle, contando hacia atrás los segundos al unísono -cada uno con su marcado acento del inglés- es algo que realmente distorsiona la realidad. Allí y en ese momento estás en un lugar absolutamente distinto y percibiendo que esa atmósfera es compartida por todos. En zonas empresariales, pasar por los edificios de multinacionales de la ciudad y ver salir a los oscuros hindúes enfundados en su trajes con corbata hablando con mujeres asiáticas de aspecto corporativo a la vez que pasan los tuk-tuks al lado de su lujoso coche es un contrapunto brutal frente a una ciudad española. O meterte en un pub en donde las chinas de nueva generación, a las que ya no les falta ningún dinero, bailan sin complejos contra el proyector con esa especie de guantes de dedos cortados y un pequeño sombrero negro estilo Chicago años 30 mientras cerca un grupo de nórdicos intentan sacar algún rédito de las horas invertidas en el gimnasio con ellas. Por las calles, hombres vestidos de blanco, musulmanas totalmente de negro, se mezclan con los residentes australianos y europeos y los propios tailandeses que viven en la zona o trabajan allí. Mientras estás contemplando la escena, un iraquí para su scooter a tu lado y te dice que si quieres contratar un viaje en su nuevo negocio -que se llama como la cadena de televisión, al-jazeera-. No sé si se puede ir más allá que esto, pero a mi me fascina.
 
Tecnológico. Cuando sacaron el iPad y me comentaron desde España que "ya habían visto uno de exposición en la Fnac" a mí me sorprendió: aquí ya se estaban vendiendo (en el MBK para ser exactos). ¿Que no se distribuye fuera de Estados Unidos? Bueno, esto es Tailandia, casi todo es posible aquí.
 
Comida. Y no sólo me refiero a la comida tailandesa, sino el cuidado con el que lo hacen todo. La cocina es una religión aquí. Y es barata. Comer ternera de forma muy similar a la zorza o raxo en Galicia -que tanto echaba de menos-, no tenía precio. Ahora sí: unos 90 céntimos de euro. Los calamares tal como los preparan aquí, el arroz pegajoso del norte de Tailandia, sus ensaladas... Y por qué no, si te apetece, pasarte por el supermercado y hacerte un bocadillo de chorizo o jamón serrano con un pan que sólo es comparable al de Galicia hace 15 años (aquí en muchas cosas aún no han entrado todavía en la elaboración industrial). En medio de este cruce cultural puedes comer en restaurantes de muchos estilos sin tener que pasar por el cajero. Cuando en España dices "Esta noche vamos a comer a un hindú" normalmente se traduce como "vamos a pagar un pastón por tomar unos platos de degustación". Y si dices "voy a comer a un vietnamita" normalmente quiere decir "voy a pagar otro pastón por ir a comer a un restaurante de chinos que realmente no conocen muchos platos comunes en Vietnam a no ser que vengan directamente en la carta". Aquí ir a comer a un vietnamita o a un hindú significa exactamente eso. No tienes que pedir el pago a plazos al pedir la cuenta: tienen que competir con los tailandeses, en calidad y precio.
 
Chicas. Chicas espectaculares con las que puedes hablar, bromear y sin el increíble ego de las mujeres españolas. Como en todos los lados, hay de todo, pero es un mundo de diferencia entre España y Tailandia. Y quien quiera que tire piedras o cañonazos, pero sentirse atraído por mujeres esculturales de piel aterciopelada y una actitud dulce es parte de la prerrogativa biológica. No es posible enfatizar esto lo suficiente.
 
Una cultura diferente. Sumergirte en una forma distinta de comprender la vida, en un nuevo idioma -que refleja una nueva manera de estructurar pensamientos-, todo ello entre personas que agradecen de verdad ese esfuerzo, te ayudan y responden a él positivamente es simplemente sensacional.
 
Estilo de vida. Levantarte. Tomar un café. Ir al gimnasio que está en la 8ª planta (y que las personas de mantenimiento tienen como los chorros del oro) lejos de los abarrotados gimnasios españoles. O ir a nadar un rato a la piscina en la mismo piso. Trabajar en días luminosos. Comer en uno de los muchísimos y deliciosos puestos callejeros. Al terminar, si estás cansado, pasar a que te den un masaje. Llegar a tu casa que te espera limpia (contratar a alguien para que limpie aquí es muy barato - mucha gente de clase media tiene directamente criada 24 horas-). Pensar en qué quieres hacer entre las mil y una ofertas que tiene esta ciudad -de todos los tipos y precios-. O estar en el piso de tu condominio con todo lo necesario (tienda 24h, seguridad 24h, recepción 24h, etc.) O, si quieres trastear un poco con internet, llevarte el ordenador a la piscina en una tumbona en el agradable atardecer, cuando el calor intenso amaina y queda la suave iluminación y el arrullo del agua. De fondo tienes el impresionante Bangkok, con sus enormes edificios iluminados al caer la noche. Y lo más importante: hacer todo esto por menos de lo que cuesta una letra de hipoteca de un piso de segunda mano en una de las grandes ciudades españolas.
 
Más humano. Cierto, te intentarán sablear por todos los lados. Pero es que si lees el libro "Entre limones" de un británico que hace unos 40 años se vino a vivir a España, tampoco describe una situación diferente. Para lo bueno y lo malo, las cosas son más intensas, más auténticas, más viscerales. Ellos tienen sus capas de hipocresía, pero es que son en buena parte diferentes a las nuestras y eso es liberador en cierta forma.
 
Urbanismo. Algo que me llama la atención y me gusta mucho (por muy raro que parezca) es ver la complejidad y la evolución que tienen las ciudades grandes. Esa especie de de caos urbano con construcciones de diseños extraños, cambios de idea, diferentes edificios, diseños multi-nivel (Bangkok es realmente una ciudad en 3D) e incluso las escenas de decadencia urbana. Para muchos Bangkok es un vómito de hormigón y cristal en el sudeste asiático. A mi me fascina.
 
Barato. Lo puedes hacer: no tienes que quedarte desde 'la barrera' viendo las cosas. Aunque mucha gente se queja de que Bangkok es más caro de lo que pensaban -y ciertamente no es gratis, mucho menos en esta ciudad que acumula el 45% del PIB de toda Tailandia- no se paran a pensar cuanto les costaría vivir en España como lo están haciendo aquí. Y sobre todo, no comprenden que Bangkok no es Tailandia. Es una excepción y los precios fuera son totalmente distintos. Pese a eso, comprar ropa en mercados para Tailandeses, la comida, el alquiler del piso, las facturas, la calidad de vida no tiene comparación con la península. Ciertamente también hay sitios en los que gastar el dinero, pero vivir de la misma forma que en España es un orden de magnitud más barato aquí.
 
El paraíso no puede esperar. Cerca de la ciudad, o con vuelos a precio de autobús en España, puedes estar en el paraíso unos días. Y es más barato que Bangkok. De locos.
 
Son 24 horas de vida. Si un día a las 3 de la mañana no puedes dormir, baja a Sukhumvit. El clima es extremadamente agradable, han montado las mesas por las calles, personas están tomando por allí una bebida. Pídete una cerveza. Habla con las personas. 
 
Un mundo de gente fascinante. En general no te encuentras en Bangkok a personas grises con trabajos de 9-a-6 que siguen el ciclo de estudia-trabaja-reprodúcete-muérete-repite. Para bien o para mal, mucha gente que está allí está buscando algo. Y sí, hay mucha gente que va por las mujeres, por el clima o para maximizar su pensión, pero mucha gente -muchísima más que la encuentro en España- tiene algún tipo de pulsión que la lleva a estar en otra parte del mundo.
 
Vietnam está cerca. Y eso para mí es importatísimo. Si en Tailandia te encuentras gente interesante, Vietnam es una bolsa de realidad dentro de nuestro mundo. Hanoi es para mí lo más parecido a la serie "Doctor en Alaska" que haya encontrado jamás. Conocer a muchas de las personas que están construyendo/inventando su vida allí vale más que la visita al lugar en sí mismo. Queda un pedacito de esa estación de la película "Tres estaciones" todavía en Vietnam y somos afortunados de ser, posiblemente, los últimos que podamos disfrutarla.

sábado, 7 de septiembre de 2019

VIVA LA VIRGEN DEL PINO!!!

Hoy subí caminando a Teror.
Lo he hecho otras veces, pero hoy era especial porque llevé a mi octogenaria madre y sus achaques en silla de ruedas. No es que sea una proeza (apenas 12 km), pero no estaba yo muy seguro ni de mis condiciones ni de las de ella, pero decidí probar suerte. Y lo decidí in extremis, porque con ella todo tiene que ser así, sin planificar. Si cuadra, bien, y si no, pues a otra cosa. Pero como se me levantó a las 7:30 AM y pude convencerla, pues tiré para arriba sin preparativo alguno.

 Y mal hecho por mi parte. Salimos sin desayunar y sin el equipamiento adecuado. Pensé que había que aprovechar el momento y que ya el camino nos proveería de lo necesario, especialmente comida y agua. Pero fallé. En todo el camino no encontramos avituallamiento alguno, pero por suerte ella estaba animosa, y yo tuve las fuerzas necesarias de las que dudaba seriamente.

 La gente nos ayudaba muchísimo (ir tirando de una anciana en silla de ruedas genera muchas empatias), pero aún así, ella se encontró incluso con fuerzas de levantarse de la silla y caminar unos tramitos. La gente la aplaudía y animaba y ella se venía arriba, hasta que ya no podía más y volvía a su silla. LLegamos, vimos a Pinito y quedamos satisfechos.

 Pero la lección ha sido el reconocimiento y la ayuda de la gente. Tanto en mis redes como en quienes me encontraba físicamente, sólo encontré apoyo y ayuda, lo cual parece que no, pero te mete endorfinas en el cuerpo y tiras hasta contento. Y sobre todo, que no hay reto inalcanzable. Nos mueven las ganas y la motivación, y con eso somos invencibles.

 Como anécdota, haber llegado a Teror con un cortado y dos cigarrillos, en crocs con calcetines y sin ninguna parafernalia de senderista PRO. Ni bastones de aluminio retráctiles, ni calzado de cientos de euros, ni líquidos isotónicos o barritas energéticas. A pelo, como se hacía antes. Y no es que yo sea un tipo como los de antes, especialmente duro. Pero tengo 52 tacos y boberías, las justas. Trabajo pasaron los que construian muros de piedra, araban campos con una vaca famélica y doblaban el lomo recogiendo papas dos veces al año. Lo mio ha sido un paseo.

 Pero ha sido emocionante ver a la vieja venirse arriba y caminar lo que podía mientras la gente la aclamaba y aplaudía. Como emocionante ha sido ver a todas esas personas que me aplauden como hijo, cuando lo que hicimos lo haría cualquiera que quiera a su madre si tiene la oportunidad de hacerlo.

 Tal y como están las cosas, no sé si habrá otro día del Pino como este. Pero con este me basta y me sobra.

 GRACIAS MIL

sábado, 6 de julio de 2019

Sobre Tatoos, Piercings y demás abalorios


Vaya por delante el respeto hacia todas las personas que deciden “adornar” su cuerpo de la forma que mejor consideren. Cada uno es libre de tener y  sus ejercer sus gustos, sus manías o su ignorancia como mejor le parezca mientras mantenga la debida cortesía hacia los demás. Jamás saldrá de mi boca un “quítate eso” o un “no te lo hagas”, porque respeto la libertad ajena tanto como respeto la mía. Y una de las cosas que más me gusta de mi libertad es poder  defender mi opinión, explicarla , tratar de que se entienda, del mismo modo que intento escuchar y entender opiniones ajenas.

 Y a mi todas esas modas no me gustan. Aunque será mejor matizar:

 Hay tatuajes que son auténticas obras de arte y tatuadores que son unos genios y unos artistas, sin duda. Y también hay mucha morralla. Y también un mediocre término medio. Pero en cualquiera de los tres casos, mi parecer es que tanto el artista como el grafitero equivocaron el lienzo. Un lienzo que lo proporciona un tercero sin más intención que la de destacarse y hacer de su cuerpo la plataforma para el lucimiento o la chapuza de otro.

 Pertenezco a una cultura en la que la expresión artística más potente que ha dado la humanidad, desde la grecoromana a la renacentista, se plasmó en telas, frescos, arquitectura, escultura… Los cuerpos humanos nunca fueron un soporte adecuado para nuestros ancestros culturales. Muy al contrario, el tatuaje se ha usado siempre para “marcar” a un tercero de la misma forma que se marca al ganado, ya fuera marcando esclavos, convictos o prostitutas. El tatuaje siempre fue un estigma de por vida y quien lo “lucía”, era muy a su pesar y tratando de ocultarlo el resto de su vida si es que tuviera la suerte de que sus condiciones y circunstancias fueran a mejor. El tatuado era un ser menor. Un ex convicto, un galeote, una ramera. Y el tatuaje era la prueba de ello.

 No voy a entrar en otras culturas donde podía significar todo lo contrario: símbolo de status, valor, prevalencia, prestigio, porque no son la cultura de la que provengo. Lo cierto es que lo que una cultura denosta y otra ensalza es tan subjetivo como la cultura en sí, y un tatuaje no es más que una pintada en la piel que en unos lugares del planeta significa una cosa y en otras, la contraria. Y ahí está el fondo de la cuestión: hoy día, los europeos de tradición judeocristiana donde el tatuaje ha sido siempre el equivalente de la ignominia, ahora se dedica a lucir símbolos y tradiciones de culturas que les son tan ajenas como la de determinadas tribus africanas o las remotas creencias de islas de nuestras antípodas.

 Me causa cierta crispación ver en la playa de las canteras una cantidad enorme de jóvenes (y no tan jóvenes), luciendo en sus cuerpos tatuajes tribales Maorís, provenientes de un lugar de nuestras antípodas que ni siquiera sabrían situar en un mapa, y mucho menos entender su significado. Si al menos se tatuaran pintaderas guanches tendría algún sentido, pero ni eso. Si lo que mola es parecer un jugador de rugby de los”All Black” y saber hacer una Haka, pues que le den por culo a los guanches y a Artemi  Semidán

 Y trato de buscarle una explicación, pero no la encuentro. No al menos una que me convenza, por lo que tiendo a pensar que toda esta explosión pseudoartística solo obedece a unas modas ridículas venidas arriba por una globalización que descontextualiza desde los cerebros hasta el comportamiento más nimio.

 Tampoco parece ser un fenómeno juvenil donde la inmadurez sea el principal detonante. Ya sabemos que la juventud no tiene demasiada tendencia a mirar a largo plazo y puede que lo de marcarse de por vida les parezca una buena idea. Pero basta ir a cualquier playa para comprobar que esto no tiene nada que ver con la edad y que personas con casi medio siglo de vida, o más, lucen en sus pieles nuevos dibujitos y tonterías que pretenden tener mucho sentido y en ocasiones justificándolo con misticismos propios de aldea precolombina. Al final, muy a mi pesar, me inclino a pensar que la ignorancia global es la que nutre este fervor tatuador en occidente.

 Aventuro que en unos pocos lustros, nuestras ciudades primermundistas estarán llenas de locales que tendrán un gran nicho de negocio borrando con técnicas quirúrgicas punteras  los desmanes en las pieles de varias generaciones de europeos apolillados por la tontería de juventud, la MTV y los astros del balón.

 Y es que hay que entenderlos. Si tienes menos de 20 años y te forras de tatuajes, no cabrá duda de cómo influencian en tí los cantantes, los futbolistas y los actores/actrices que unos encorbatados ejecutivos de grandes multinacionales llevaron a la fama para ganar dinero fabricando muñequitos animados a los que iban a imitar sin tapujos los clientes de sus productos pretendiendo alcanzar  por imitación, que no por talento, un centésima parte de su merecida (o no) victoria.

 ¡Cuanto daño ha hecho Angelina Jolie con sus tatuajes Sak Yant que adolescentes de medio mundo ha imitado por verla en películas y revistas del corazón sin saber que son unos tatuajes sagrados de una cultura asiática con un propósito y una intención que nada tienen que ver con la vanidad y la frivolidad con la que los imitadores emulan a sus ídolos.! Y Messi, cuyo gran talento radica en jugar a la pelota, le muestra a hordas de muchachitos que forrarse los brazos y las piernas con dibujos más o menos acertados parece que te pueda convertir en un multimillonario astro del fútbol. Y luego están los “místicos”, los “especiales”, los que se sienten únicos y buscan para tatuarse motivos enrevesados que les identifiquen como personas pseudointelectuales, profundas  complejas y únicas, pero que curiosamente solo aciertan a manifestarlo siguiendo una moda de masas sin criterio claro.

 Y no hablemos de payasetes inmaduros que se tatuan al pato donald en un momento de borrachera o de juerga tipo “resacon en las vegas”. Esos mejor ni tocarlos.

 Quizás el único freno para tanta tontería es que al menos las leyes no permiten a los menores practicarse estas laceraciones con un pretexto sanitario, y que recaiga en los padres la responsabilidad de quitarle a un menor de la cabeza la ideas de exponerse a infecciones y demás cuadros clínicos indeseados (no olvidemos que tatoos y piercings entran de lleno en el terreno de la salud). Lo malo es que hay tantos padres consentidores, incultos y limitados, que he visto como a una niña como regalo de comunión le permitian tatuarse a una “minnie sexy” en la rabadilla. Tal como suena.

 Y lo de los piercings puede parecer un mal menor. Salvo esas ridículas arandelas que dejan los lóbulos de las orejas abiertos como si fueras un guerrero mandinga hasta el fin de tus días, porque eso no habrá Dios que lo cierre. Pero normalmente el que se aburre de un piercing dejará que su cuerpo, mucho más sabio que él, acabe con el tiempo por cerrar el agujero y no dejar rastro de la estupidez juvenil. Esa estupidez que hace que decenas de adolescentes lleven por la calle una argolla en la nariz con dos bolas colgando como si estuvieran permanentemente constipados y soltando mocos. O esos piercings en la lengua que en casos graves de estupidez adolescente, les hacen creer que una bola de acero en la lengua les va a convertir en maestros del cunnilingus o la felación por el solo hecho de lucirlo y tener que hablar escupiendo y “zezeando” de forma repulsiva. Por no hablar de los meses que se pasan sin poder comer como Dios manda por una infección lingual producida por una perforación en la cavidad con más bacterias del cuerpo humano: la boca.

 Hubo una época en la que un marinero experimentado se ganaba el derecho a lucir en su oreja una argolla como distintivo de que había doblado 7 veces el cabo de hornos desafiando tempestades, arriesgando la vida y convirtiendo su argolla en una medalla que le hacía merecedor de admiración y respeto. Hoy día, cualquier niñato de barrio se llena de herrajes sin otro mérito que creerse lo que no es, y lo que es peor, sin ganárselo. Y esa es en resumen la paradoja de todo esto: que hemos degenerado hasta encumbrar la estupidez y el merecimiento sin merecerlo.

 Como dice mi buen amigo MDLT, “Nos extinguimos sin remedio”

miércoles, 13 de febrero de 2019

DIMES Y DIRETES

En estos convulsos días, la actualidad política está más efervescente que nunca. Los partidos más enfrentados que nunca. La sociedad más polarizada que nunca. Y en situaciones así, las pasiones se desbordan, la paciencia se pierde y las bocanadas se suceden sin parar desde un extremo al otro del arco ideológico nacional.
 Y aquí me encuentro dando gracias a Dios, nuestro señor, por haberme colocado a estas alturas de mi vida en una posición en la que mi opinión le importa una mierda hasta a mí; y eso, amiguetes, me dota de una libertad verbal que, mientras no supere los límites legales y de la libertad de expresión, me deja explayarme con moderada (aunque vehemente) claridad.

 Tengo un amigo (más que amigo, hermano) de la infancia que es juez. Y soy más o menos consciente de los privilegios que se ha ganado con trabajo, esfuerzo, estudio y sacrificio. No en vano, interpreta las leyes y decide sobre la vida de cualquiera de nosotros. Y en este caso en concreto, me alegro de que así sea, porque sé quien es, de donde viene y a donde puede ir, y no creo fácil encontrar persona más bien nacida y honesta para dirimir sobre vidas ajenas. Ojalá lo tuviera a él enfrente si un día me veo metido en un embrollo que necesite de sus disquisiciones.
 Pero ese privilegio tiene también sus prebendas. "la mujer del césar no sólo tiene que serlo, sino que parecerlo", e imagino que el código deontológico de su profesión le obliga a ser prudente, a ser comedido y a morderse la lengua quizás en más de una ocasión por más que sus impulsos personales le fustigen para dar un puñetazo sobre la mesa. Aparte, es padre, esposo, hermano e hijo, y todas esas variables condicionan (para bien, no lo discuto), el comportamiento de una persona, y bridan con eficacia cualquier momento de frustracion tendente al exabrupto o la ira. No debe ser fácil convivir con la seguridad de que ganarte enemigos puede acarrearle consecuencias a tu carrera, tu familia o a cualquier cosa que estimes en la vida.

 Pero yo, insisto (gracias Dios mio), soy un "mister nobody" sin trabajo que perder, sin hijos a los que proteger, sin familia a la que abrigar, y por más triste que aparente esa realidad, tiene su lado bueno: todo me importa una mierda, literalmente. Y me permite unos desahogos que otros quizás no puedan , o no deban permitirse.
 Y para más INRI, mi sustento básico está garantizado por más injerencias que quieran producirse, y eso, alabado sea el señor, me avala para ser un bocazas sin demasiados miedos. Por eso sustento la irreverencia más absoluta y me permito unos lujos verbales que otros sueñan por los siglos de los siglos. Y vale, quizás algún día las circunstancias cambien y tenga que tragarme mis palabras del mismo modo que mi perro se traga las sobras de mi comida: sin rechistar. Pero hoy por hoy gozo de mis privilegios y pido perdón por ejercerlos.
 Me cago en todo lo que me parece cagable sin mayor abundamiento y sin complejos. Pido perdón por algún exceso y me importa un pito y tres pimientos caer mejor o peor a personas sin alma ni trascendencia sobre mi vida. Le doto de poder a quellos/as a quienes el respeto intelectual que les profeso pudiera ofender, pero a la postre acabo haciendo y diciendo lo que me da la real gana con la prerrogativa de que, más tarde, quizás me arrepienta y pida disculpas, pero siempre sin conflicto con mis propias contradicciones.

 Y en cualquier caso, también tengo mi propio código deontológico: "no dañes sin necesidad, no abuses, pide disculpas y no rindas pleitesía". Con eso, ya firmo lo que me quede de vida.

 Besos para ti, que te los mereces todos. Y por más errático que me veas, no dudes de que te quiero.