Los oriundos de un sitio son siempre grandes admiradores, abogados
defensores e incondicionales del sitio
en cuestión. Nada como la cuna para dotar a cualquier persona de un profundo
amor por su terruño, normalmente sin más motivación que esa: haber nacido allí.
Con esa premisa, la del nacimiento, es suficiente para
justificar todas las virtudes, obviar todos los defectos y considerar que su
tierra es, simplemente “la mejor del mundo” . Y me inquieta que ese amor tan
profundo, convencido y hasta fanático no tenga otro detonante que la soberbia.”
Yo soy de aquí, ergo este sitio es cojonudo”. Sin mayor abundamiento.
En Canarias, mi desdichada
tierra, esto pasa mucho. Bueno, pasa en todas, pero según la vida me ha dado la
oportunidad de vivir en otros lugares y de viajar bastante, puedo afirmar que
aquí esto se lleva a los máximos exponentes. Quizás sea porque desde nuestras
propias instituciones y la naturaleza de nuestra principal (y única) industria,
el turismo, todos los canarios hemos sido constantemente bombardeados por
mensajes que no hablan de otra cosa que de una especie de paraíso donde
nosotros vivimos, con la mejor climatología del mundo, y quizás del universo, y
donde millones de visitantes anuales se desviven por llegar para gozar de una
semanita en esta dichosa tierra por cuyos grifos manan leche y miel. Y si era
poco el natural sentimiento patriótico que todo bicho viviente siente por su tierra,
aunque sea un polvoriento páramo de oriente medio, encima a nosotros se nos
multiplica el sentimiento convenientemente martilleados por las excelencias
cantadas desde la mañana a la noche por todas las publicidades institucionales
habidas y por haber.
Poco lugar queda para
la crítica y mucho menos, para la disidencia. Atrévete a decir que no, que esto
no es el paraíso e inevitablemente sufrirás un linchamiento mediático, social y
hasta familiar. Y sobre todo, no importa cuantos datos des ni cuan veraces
sean. Ya puedes desgañitarte gritando que tenemos los salarios más bajos de España,
los trabajos menos cualificados, las tasas de paro más altas, el analfabetismo
más alarmante, los embarazos de adolescentes más numerosos, el fracaso escolar
más estrepitoso, la indigencia más abultada…que no, que todos seguirán viendo
24 grados centígrados de media anual y un fucking Paradise.
No importa soportar
una población flotante que desborda los recursos hídricos y de todo tipo, tener
el territorio más saturado de España, a la vez que el más frágil. No hay playa
ni espacio natural que no esté alicatado de arriba abajo y con los recursos que
genera en las menores manos posibles. Porque tenemos 24 graditos y lo demás no
importa.
No importa que nuestra cesta de la compra sea la más cara de
España, que la carga impositiva se nos coma en todo lo que importamos, que es
TODO, porque ya no producimos más que plátanos y tomates con los que unos
cuantos latifundistas de antaño bien
instalados en los alto de la cadena trófica, aún conservan sus privilegios
alternándolos con los explotadores turísticos. AL menos esos han sabido
diversificar el negocio mientras la teta europea aún les financia sus cultivos
que a buen seguro, acabarán extintos, pero por encima de sus cadáveres.
Somos el hazmerreir
de Europa en todos los baremos que califican la calidad de vida, menos en uno:
tenemos 24 graditos de media anual. Y eso a muchos, a demasiados, a la mayoría,
quizás, les consuela. Pero a mi no.
Yo me muero de pena y de impotencia por esta desdichada y
vendida tierra. No hay nada que me haga sentir orgullo, porque lo único bueno
que tenemos es el clima, precisamente aquello en lo que no tenemos ningún
mérito. El territorio lo hemos destrozado, eso sí supimos hacerlo, y toda la
belleza que nos fue entregada, que tampoco es que fuera mayor que la de otras
partes del mundo, hemos sabido corromperla hasta convertirlo todo en un
prostíbulo de tourperadores alemanes y británicos.
Nos dieron diez talentos y los gastamos sin producir nada
más que miseria. Eso somos.
Pues sí, hay sitios donde se vive mejor. Donde los niños
tienen futuro. Donde las playas son más bonitas. Donde no te arruinas en el
supermercado. Donde las montañas son más altas, los valles más profundos y las
praderas más verdes. Donde la gente está más concienciada y más formada. Donde
se trabaja por proteger un entorno, un patrimonio y un futuro.
Sí, existen muchos paraísos
mejores que este. Pero para nuestra desgracia, a nosotros ya nos han
interiorizado que este páramo es el paraíso.
Pena, penita, pena.
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