Si hace 5 años una pitonisa o un adivino se me hubieran aparecido y me hubieran dicho -"Te va a pasar esto, y esto otro, y aquello, y lo de más allá", y todas esas cosas fueran pequeñas tragedias que iban a darle a mi vida un giro completamente indeseable, probablemente hubiera querido riscarme en ese mismo momento.
Por suerte, no hubo ni pitonisa ni adivino que me pusieran en antecedentes incitándome de ese modo a una "solución final". Pero lo que si han habido, de forma inexorable, han sido todos esos hechos goteando sin prisa pero sin pausa hasta destrozar por completo la estabilidad y la zona de confort en la que retozaba como un marrano.
Desde el 2011 hasta ahora me han pasado cosas que han vapuleado por completo mi vida laboral, social, mi ánimo, mi salud y mi esperanza. Una tras otra, las circunstancias han ido golpeando (por suerte, sin la gravedad extrema de un cáncer o algún otro imponderable de difícil solución) hasta dejar más que mellada mi capacidad para enfrentarme a las cosas. La mía o la de cualquiera.
Sin embargo, por mecanismos que desconocía, todos esos "desastres" que me han ido pasando a lo largo de este tiempo, han encontrado resistencia y respuesta. Ni yo mismo era consciente de mi capacidad para reponerme de reveses que a priori me hubieran lanzado a una farmacia Tailandesa en busca de pentobarbital. Quiero pensar que no es más que instinto de supervivencia propio de mi condición animal, y que todos, en mayor o menor medida, estamos programados y tenemos capacidades para reponernos del infortunio.
Sé que la vida no se acaba con un despido, ni con una mala noticia médica, ni con el final de una relación, ni siquiera con la pérdida irreparable de un ser querido. Sé que la depresión es un perro negro que muerde fuerte, pero todo perro tiene un bozal que le va a medida, y que todo agujero tiene una boca de entrada que también puede servir de escapatoria. Sé todas las cosas que te puede decir un psicólogo, un psiquiatra, un amigo o tu propia madre para levantar el ánimo. Sí, me las se todas.
Lo que no sabía es lo grande que soy - que somos - aunque no lo sepamos. Lo que no sabía es que el ave fénix no es una leyenda, y que todos podemos recomponernos de nuestras cenizas. Lo que no sabía es que incluso, puedes ser más grande y más fuerte una vez entiendes hasta donde eres capaz de llegar.
No se llega a pensar así fácilmente. Hay que bajar a la mierda, y en la mierda no se piensa con claridad, es parte del proceso. Pero una vez sales de ella, ya va a ser difícil que nada te haga algo más que cosquillas en el ánimo.
Hoy mi reflexión no es para mi, que yo ya he tenido mi dosis de realidad. Es para quienes creen que su realidad es un muro infranqueable o un pozo sin retorno. No lo pienses amigo/a. Siempre hay retorno. Siempre
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