Últimamente parece que el tema de la prostitución da mucho juego en redes sociales. Y como en todo tema controvertido en el que no hace falta requisito técnico para tener una opinión, los "pareciérames" se suceden como torrentes. Y dentro de todas las opiniones, lideran la lista aquellas acompañadas de corrección política, que las lanza alguien, y los demás se adscriben sin mayor abundamiento. Se apuntan al carro de los "bienpensantes" convencidos de que hacen lo correcto y, sobre todo y más importante, con la cómoda sensación de pertenecer a la "mayoría" incontestable, sabia y progresista.
De entre todas estas corrientes de opinión, la que "mola", la que te hace agradable a los ojos del grupo, es la que promulga la idea de que la prostitución es execrable, que toda prostituta es una pobre mujer esclavizada por alguien o por las circunstancias que le han llevado a eso por su condición de mujer, que todo consumidor de prostitución es un hombre perverso, machista y que sólo halla placer en la humillación y el poder que ejerce sobre las mujeres, y que el patriarcado es la base de toda esta lacra. Este discurso se genera principalmente entre colectivos feministas radicales, y se extiende socialmente envuelto en un aura de verdad absoluta contra la que es imposible rebelarse.
Salirse de este discurso, o cuestionarlo, es caer directamente en la consideración de persona non grata. Tus amigos se averguenzan de ti, sus novias/parejas les prohiben alternar contigo, y en definitiva te conviertes en un apestado social.
Pues yo me salgo.
Pero antes de salirme, creo que es importante trazar dos lineas rojas que para mi son la base de todo razonamiento sobre el tema, y con las que estoy de acuerdo al 100%:
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1-. La prostitución de menores no merece ni siquiera considerarse como prostitución. Es sencillamente UN DELITO, y un delito, esta vez sí, execrable, merecedor de todo el repudio social de forma unánime y sin fisuras. Quien prostituye a un menor es un criminal, y quien compra el servicio es un enfermo, un demente o un peligro para la sociedad que solo merece cárcel, martirio y aislamiento. Así de claro.
2-. La prostitución esclavista, la que fuerza a un/a adulto/a a prostituirse, sacándole rendimiento, es UN DELITO. Quien hace un esclavo de un semejante, y le obliga a relalizar trabajos sexuales para lucrarse, solo merece la cárcel, el castigo y la penitencia más dura que se pueda imponer.
Dicho esto, trazo la linea roja como símbolo y como recordatorio de que esos dos puntos no pienso ni discutirlos, y que si alguien responde aduciendo a ellos, no obtendrá respuesta, porque en esos dos apartados soy completamente hermético a consideraciones: ni me hacen falta ni las quiero.
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Y ahora hablemos de prostitución y consumidores, en serio.
La realidad incómoda es que el 95% de la prostitución que se ejerce, lo hace desde la libertad y la propia elección. Libertad y elección, eso sí, condicionada por las circunstancias más o menos adversas de cada persona, y esto se constituye en el principal argumento de los bien pensantes, que consideran que una mujer (o un hombre), sólo se prostituyen cuando no les queda otra alternativa, porque es una dedicación tan humillante y degradante, que sólo alguien desesperado puede acogerse a ella. Consiguientemente, el consumidor de prostitución es un depravado que no duda en aprovecharse de la desgracia ajena para satisfacer sus instintos. El problema radica en que esto no es estrictamente cierto ni real. Cierto es que nadie se prostituiría si fuera millonario/a, pero también es cierto que nadie limpiaría retretes, ni fregaría escaleras, ni estaría 12 horas de cajera en un supermercado por 600€, ni ningún hombre bajaría a una mina, ni un parado estaría 12 horas bajo el sol vigilando un parking si tuvieran recursos suficientes con los que sobrevivir o sustentar a sus familias. Y sin embargo, hay quien ELIGE la prostitución como forma más o menos cómoda de ganarse la vida ante otras opciones que a todas luces les resultan mucho más sacrificadas o indignas. La gran mayoría de las prostitutas que ejercen libremente (que son las más, no lo olvidemos), no quieren ni oir hablar de arrodillarse para fregar los escalones de un centro comercial, a la vista de todo el mundo, y les resulta mucho más llevadero arrodillarse en privado para practicar una felación a un cliente. Esto es así, y pretender que la mujer (o el hombre) que hace eso es una pobre víctima de una sociedad heteropatriarcal, desvalida, sin capacidad de juicio y sometida por un monstruo que la degrada, es pecar realmente de burguesía victoriana de pensamiento, propia de cunas mullidas y catequesis adolescente.
Esas mujeres y hombres NO NECESITAN ni de nuestra piedad, ni de nuestros prejuicios, y mucho menos de nuestras directrices morales, nuestro adoctrinamiento, y nuestras estúpidas fronteras que definen lo que está bien y lo que está mal. Ellos/as ya tienen las suyas, e interferir en sus decisiones es de un paternalismo insultante, sobre todo para ellas. La inmensa mayoría de las prostitutas son mujeres adultas, libres, capaces de discernir entre el bien el mal y sobre todo, capaces de hacer lo que más les conviene ante las circunstancias que la vida les pone enfrente. Pretender "rescatarlas" de sus propias decisiones sí que es un acto de machismo insultante.
Pero todo esto lo explica mucho mejor que yo alguien tan poco sospechosa de machismo heteropatriarcal como Rosa Montero, y puedes leerlo aquí. Es sumamente interesante:
http://elpais.com/elpais/2015/11/03/eps/1446554871_974966.html
Y vamos ahora con el otro lado, el del consumidor de prostitución. Y a pesar de que también hay consumidorAs, en femenino y gigolós que les dan el servicio, vamos a centrarnos en lo que todos intuimos (y sabemos) que es la mayoría: consumidores masculinos que pagan a mujeres ( o a otros hombres) por servicio sexuales.
En este terreno, los mismos bienpensantes no dudan en retratar al consumidor como a un tipo machista, de moral dudosa, abusador, prepotente, lleno de complejos que le hacen crecerse y comportarse como un tirano sometiendo mujeres. Supongo que crear esa imágen de monstruo puede generar cierta tranquilidad a las cabezas más puritanas, pero será un descalabro para ellas descubrir que no, que ese estereotipo con el que se pretende generalizar al consumidor habitual, o puntual, o excepcional de prostitución no es en absoluto acorde a la realidad. La inmensa mayoría de consumidores de prostitución, o quienes han recurrido a ella alguna vez, son tipos normales y corrientes. Educados, vecinos, familiares, amigos cercanos o incluso vuestras propias parejas. Eso sí, cuidándose muy mucho de mantener la necesaria discreción que evite que los sepulten bajo una montaña de prejuicios agresivamente teñidos de lila. En ese sentido, recomiendo encarecidamente hablar en profundidad con prostitutas, y que ellas mismas definan a sus clientes, porque eso va a darle una bofetada de realidad a mas de uno/a.
Que hombres aparentemente con un perfil socialmente aceptable e inmaculado, o jóvenes sin demasiadas cargas de prejuicios, o responsables y dedicados padres de familia recurran a estos servicios (sí, servicios), tiene tantas variables como el hecho de que mujeres atractivas, con educación y oportunidades acaben prostituyéndose, y estoy completamente seguro que la variable menos abundante es la de ser un ser humano sin escrúpulos.
Nuestra sociedad, en lo que al sexo se refiere, está totalmente controlada por la mujer. El acceso al sexo SIEMPRE pasa por la aceptación, el interés o el beneplácito de la fémina. Eso es así. Un hombre no tiene sexo cuando quiere, sino cuando consigue que una mujer lo acepte, y para ello los requisitos son innumerables y exigentes. Es los que los poetas llaman "el cortejo", que no es más que el esfuerzo que hace el hombre para resultar elegido y poder de esa forma acceder a una relación sexual (o emocional, o de compromiso, o la que sea, pero estamos tratando la sexual).
Y el sexo es, (entre otras cosas) una necesidad biológica esencial en todo mamífero. Aparte de todas las connotaciones culturales que queramos atribuirle (la carnalización del amor, entrega, compromiso, etc etc etc), jamás ha perdido su esencial parámetro biológico que es la necesidad de la especie de reproducirse, y que fustiga a los individuos con un instinto absolutamente imposible de desterrar de su genoma. Es un imponderable, y nadie está libre de él, salvo que padezca alguna anomalía patológica. Es un instinto, y una necesidad, y este es un argumento biológicamente inapelable. Reprimir, renunciar o prescindir de las exigencias del impulso sexual sólo está al alcance de personas con patologías anormales, de ascetas, místicos o individuos capaces de abstraerse mediante el pensamiento o la meditación de sus necesidades más básicas. Y no todo el mundo puede enfrentarse a la abstinencia de la misma forma ni con las mismas armas.
De este modo, y por nuestro modelo sociocultural, la mujer JAMÁS tendrá hambre de sexo, porque podrá saciarla cuando quiera. Su máximo problema será que quizás no con quien quiera, pero llegados al extremo, conseguir sexo le será tan sencillo como abrir la nevera para servirse un vaso de leche. La única barrera que podrá tener una mujer que realmente necesita y quiere sexo, serán sus propios prejuicios, su idea más o menos romántica de todo lo que debe acompañar al acto sexual, o quizás, alguna deformidad extrema que le dificulte encontrar pareja. Es por eso que las mujeres acuden a la prostitución en menor número y casi siempre cuando su entramado familiar, cultural y social se los pone muy difícil. Pero la gran mayoría, si quiere sexo, solo tiene que sentarse en un bar y tranquilamente esperar las ofertas. Ella no compite por sexo. Ella es el premio.
El caso del hombre es diametralmente opuesto. Y si bien muchos tienen la suerte de haber nacido con una genética, unos recursos o una posición social (tanto económica como "ilustrada") que hacen que su acceso al sexo no suponga mayores problemas, dado que son fácilmente "elegibles" por las que cortan el pastel, lo cierto es que el número de desfavoracidos en ese sentido es infinitamente superior. Hombres que no, que no hay manera de que nadie se fije en ellos para eso, ya sea porque son feos, porque son brutos, vastos, pobres, o sin ningún atractivo aparente que facilite el acercamiento. El pagafantas de toda la vida. El condenado a la "friend zone". El que sufre alguna discapacidad o disfunción física. Esos quedan condenados al ostracismo sexual pero, maldita sea!, siguen teniendo el impulso y la necesidad, como todo bicho viviente.
Y entonces surge la prostitución como paliativo. Y ese amigo gordito, muy majo y super culto y amable pero al que no te follarías ni drogada, cansado del onanismo e incapaz de hallar más consuelo en la pornografía al aterrador impulso insatisfecho que le tiene sin dormir, acude tembloroso, con miedo y con una insoportable sensación de culpa, a una prostituta. Y lo hace a solas, asustado, precavido y absolutamente avergonzado, porque sabe que como alguien de su bien pensante círculo se entere, lo van a colgar en una cruz mucho más cruel y terrorífica. Y le van a llamar de todo.
Y la actitud de estos hombres ante la prostituta dista mucho de esa imágen que nos venden del tipo prepotente con vocación de humillador profesional de mujeres. La realidad es que es una actitud sumisa, agradecida y avergonzada ante una mujer que , por fin y aunque sea emolumento mediante, va a aliviarle su inaguantable padecer. Insisto en la idea: Hablen con prostitutas (hay una cerca tuya, en tu mismo círculo, no lo dudes). Pregúntenles acerca del perfil de cliente habitual. De repente descubres que tipos decentes, normales, educados, empáticos, humanistas e incluso miembros del PACMA recurren a la prostitución sin convertirse es esa especie de aberración machista que están muchas empeñadas en caricaturizar y generalizar. ¿Que hay hombres que son sencillamente "malos" y más que sexo buscan supremacía y dominación? seguro!, como hay mujeres que se prostituyen por el muy noble objetivo de comprar el último modelo de iPhone7. Pero ambos casos son extremos y, a Dios gracias, minoritarios. El mundo de la prostitución está abrumadoramente copado por mujeres LIBRES y hombres DECENTES, aunque esa es una idea difícil de digerir, lo se.
Y para terminar, y en referencia al artículo en cuestión acerca de la actitud de los jóvenes ante la prostitución y esa lapidaria frase de "con las putas ahorras tiempo y dinero", no puedo tomarla más que como una derivada actual de los tiempos y la educación que nos han tocado vivir. Los hombres jóvenes de hoy día parecen haberse dado cuenta de esta disfunción en la balanza sobre el acceso al sexo, y actuan en consecuencia. No ven en las mujeres a víctimas, sobre todo cuando ven que chicas de su edad y posición social se prostituyen, como decía antes, por el noble propósito de pagarse un móvil de última generación o darse un capricho caro. Y al no haber verguenza, no hay escarnio. Y no hay mayor verguenza que ser un pagafantas, y para poder acceder a sexo tengas que estar gastando dinerales en cenas y cortejo y media vida en caerle bien a alguien. No es el mejor modelo social al que podría aspirarse, pero es el que tenemos. Y para que cambie, quizás habría que empezar porque las mujeres empezaran a renunciar a su supremacía sexual, pero eso sí que no va a ser fácil. A una mujer de nuestra generación educada en la igualdad y el feminismo (a veces en el feminazismo), no les va a resultar muy grato soltar una cuota de poder social como es la sexo, y va a ser imposible que dejen de criminalizar a quienes (hombre y mujeres), convierten el sexo en una relación donde la transacción comercial JUSTA Y RECÍPROCA, las deja sin el cuchillo de cortar la tarta. No, no creo que se dejen fácilmente.
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