A vísperas de un nuevo 8 de Marzo, con toda la maquinaria gubernamental echando humo para promover, alentar y dar cobertura mediática a los actos reivindicativos de mañana, vuelvo a sentirme transparente. Y no es que lo sienta, es que lo soy.
Soy un machirulo heteropatriarcal, nacido con una condición de género que me pone al margen de todas las reivindicaciones de mañana. Y da igual lo que haga. Da igual que esté asumiendo responsabilidades que, aunque tradicionalmente se atribuían a mujeres, a día de hoy cualquier mujer que las realice será objeto de loa y subvención, pero que si la asumo yo, me pone a los pies de los caballos y en el último lugar de una cola donde ni siquiera tengo derecho a estar.
Soy un macho de mi especie, y hacerme cargo de la alimentación, medicación, higiene, distracción y sociabilización de una octogenaria madre MUJER, es algo que no me genera ninguna clase de derecho ni reconocimiento. Y me parece bien. Es mi madre y la cuido porque puedo y quiero. Pero cruje el espíritu saber que si entre las piernas tuviera una vagina y no un pene, todo este trabajo tendría la comprensión, loas, derechos y subvenciones que ahora se me niegan porque estoy en un status "superior" de machito capaz de hacerse valer sin injerencias ni obstáculos frente a pobres mujeres desvalidas que necesitan de más apoyos y ayudas que un ser de mi mísera calaña.
Parece ser que debo purgar la culpa de mis ancestros, de la santa inquisición que quemaba brujas...parece ser que debo purgar los pecados de mis antecesores y, que por el hecho de ser un hombre, soy culpable de todas las injusticias que en pretérito se cebaron con las hembras de mi especie. Parece ser que la equidad de derechos del S. XXI no computa en mi haber, y que a pesar de ser criado en igualdad, aún debo purgar por mi condición de género con las culpas de unos antecesores con los que ni comulgo, ni comparto, ni acuerdo. Parece ser que hay un espíritu de revancha que no va a descansar hasta hacer que todos los hombres de mi generación y las venideras, paguen por los excesos cometidos en tiempos tan pretéritos que los hombres de hoy día ni entendemos ni compartimos. No compartimos más que una deuda que no adquirimos, pero que pagamos por un injusto y execrable sentimiento de culpa social de la que no somos ni remotamente responsables.
Mañana cientos, miles de mujeres y hombres irán a reivindicar igualdad y derechos con los que estoy de acuerdo. Pero ninguno reivindicará que yo me haga cargo de mi madre y sus necesidades. Ninguno/a dirá que mi labor es tan importante como la de una señora que haga lo mismo. Nadie reconocerá una labor que por mi entrepierna me sitúa en el lado chungo de la balanza. Y yo lo único que sé es que, con subvención o sin ella, seguiré ocupándome de la gente que quiero.
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