sábado, 17 de febrero de 2024

carnavalito de mi curaÇao

 Soy Palmense. Gran Canario. De Las Palmas.

   Y no nos engañemos, queridos. Ser de las palmas es a la canariedad, como ser del BarÇa: un eterno segundón. Todos los que hemos vivido fuera sabemos de buena tinta que Canarias es una gran desconocida en cuanto cruzas el estrecho, y que nuestros compatriotas peninsulares se pierden en nuestra geografía, nuestra idiosincracia, nuestras diferencias y hasta en los nombres de nuestros desdichados peñascos. Para ellos, "canarias" es Tenerife y algo más que no saben definir muy bien. Súmale "palma" balear, la `palma, santa cruz de la palma, las palmas.....en fin....necesitan dos o tres vidas de tortuga de las galápagos para hacerse una idea cercana a lo que pasa por aquí abajo. Y bueno, como Gran Canario he pasado por todas las afectaciones que esa realidad me produce. Al principio asombro, luego cabreo, y a mis 56 años ya la verdad es que a base de resignación y sabiendo que nada va a cambiar, MSLP, como diría mi amigo Pepe.

   Pues en los carnavales, esto no iba a ser diferente.

   Para un peninsular medio, sólo existen tres carnavales en el mundo: el de Río, el de Cádiz, y el de Tenerife. Quizás algún avispado nombre el de Venecia, pero ese ya sería un peninsular medio-alto. Lo cierto es que el de Las Palmas simplemente no existe. Y aunque supieran que existe, les iba a importar una mierda. Y tampoco les culpo. Pocos canarios "medios" podrían enumerar las provincias de Andalucía o establecer una diferencia clara entre Asturias y Cantabria, por ejemplo. Así que no nos pongamos estupendos con lo ignorantes que son ellos sobre nosotros sin evaluar la reciprocidad que les profesamos en nuestra estulticia. Pero a lo que voy:

   Si hay algo que un peninsular pueda reconocer como carnaval palmense, son nuestras ya internacionalmente catódicas galas Drags. Quizás sea lo único en lo que hemos sobresalido y sido originales y aventajado a nuestros vecinos del chicharro. Pero no voy a hablar sobre eso porque ya lo hice extensamente en un artículo de este mismo blog y que puedes releer cuando quieras.

  Hoy quiero hablar del carnaval en sí, en su totalidad y lo que para mí significa. Y lo cierto, es que no puedo hacerlo bien. Y no puedo hacerlo con los ojos en 2024, aunque hace un par de décadas el carnaval no me producía tanto asquito como ahora. Vaya por delante que el propio concepto y origen del carnaval me tira para atrás. No me gustan los disfraces ni las máscaras. Y no me gustan porque para mí, simbolizan cosas que se dan bofetadas con una concepción del mundo que no me agrada. La máscara pretende ocultar. Esconder. El disfraz sirve para convertirte en quien no eres y te gustaría ser. Y ambas cosas, son una estafa. Y luego está la burla, el insulto, la denuncia (cosas muy loables), pero que cuando se refugian en el anonimato, se convierten en indignas y cobardes. Vale, sé que es una visión muy tremendita y trágica de las cosas, y que con un humor ponderado y una cierta gallardía, la retranca carnavalera puede ser graciosa, reivindicativa y valiente. El sentido del humor, la capacidad de reirse de uno mismo, , el ingenio y la gracia a la hora de sacar punta hasta de las desgracias pueden ser hasta sanadoras y necesarias. Pero no, eso no es lo que veo en los carnavales actuales. Lo único que veo es ordinariez, histrionismo, excesos y una vergonzante cobardía que convierte a las personas en unos Judas oportunistas que utilizan el anonimato para simplemente, hacer daño sin arriesgarse. Y esto tiene miles de matices y personalismos infinitos, pero pondré un ejemplo colectivo: Calificamos nuestras galas drags con palabras honrosas como ejemplos de "libertad" o "transgresión", repitiendo esos términos por todos los medios de comunicación como un mantra que se repite hasta que la plebe se lo cree, pero que en realidad no son más que eufemismos y circunloquios socorridos para no pronunciar términos tan poco amables como "desmadre" o "transculturación". Y sobre todo, "irrespeto".

 Hoy día nuestros actos centrales del carnaval se basan simplemente en un libertinaje envalentonado que toma posesión de las calles y los presupuestos del consistorio para convertir las fiestas en 3 semanas de "orgullo", botellón y ausencia total de civismo refrendados y protegidos por una "libertad" entendida como licencia para delinquir.

Da miedo salir a esos cosos repletos de desnortados etílicos amparados por un disfraz;  pandillas de depredadores sexuales que creen que es la ocasión para sacar de paseo su enfermedad con impunidad, aturdidos migrantes que vienen del infierno y se creen que esto es sodoma y gomorra donde pueden darle rienda suelta a las costumbres de su tribu.... sí, da miedito....y bueno, tampoco me quiero poner, de nuevo, trágico, porque es verdad que hay grupos de gente que tiene ingenio, decencia y humor para hacer parodias y chistes y críticas con inteligencia y urbanidad...pero son los menos. He visto en varios medios locales congratularse de un grupo de las palmas que hizo una parodia de la metroguagua con mucho éxito de crítica y público, pero que sucumbieron por el tsunami latino-barriobajero-reguetoniano que nos invade, a usar la palabrota soez y fuera de tiesto para adornar su parodia.

   En fin....me congratulo con saber que tengo un piso que se considera dentro de la zona urbana "santa catalina" y eso me faculta para ser miembro de una plataforma vecinal que vuelva a quejarse, denunciar y conseguir echar los carnavales pallá pal coño, donde se lo metan.

 Disfruten, mascaritas.

 

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