viernes, 25 de mayo de 2018

L@s niñ@s de mi infancia. Perdó, gracias, y una butifarra


A l@s niñ@s de mi infancia. Perdón, gracias y una butifarra ;-)
  Este ha sido un año singular. Y plural.
  Desde los 40 que dejé de celebrar mi cumpleaños. Es más, ese día procuraba aislarme y permanecer alejado del mundanal ruido. Mi cada vez más acentuado complejo de Peter Pan me incitaba a no crecer, pero no me impedía envejecer. Una lucha perdida, salvo por la inevitable consecuencia de acabar siendo poco más que un chiquillaje entrado en años. Patético.
 Pero este último año, todo ha cambiado. En junio de 2017 sucedió un hito que ha marcado los siguientes 365 días de mi vida de una forma definitiva. Reencontrarme después de más de 30 años (o más) con l@s niñ@s de mi infancia.
 El hecho de haberme ido de mi isla a los 17 años y haberme formado y trabajado fuera durante demasiado años, hizo que se perdiera el contacto con aquellos con los que compartí pupitres, juegos, travesuras, descubrimientos, aprendizajes, decepciones, logros y lecciones a hostia limpia. Y desde entonces tuve un cierto sentimiento de orfandad allá donde fuera, porque la buena gente que iba entrando en mi vida no sabía de mí más que lo que yo quería o deseaba mostrarles. Mi esencia, mi ingenuidad y mi autenticidad se fraguó en los campos de juego y las aulas de aquel Colegio claret de Tamaraceite, asilvestrado  con otros de mi edad y condición donde no cabían poses ni imposturas. Éramos lo que éramos, sin dobleces, trampas ni cartón.
 El año pasado todos cumplimos 50 años y por casualidad, me reencontré con Carmelo y Cristina, que me informaron de una macrofiesta por el 50 aniversario de esa nuestra generación. Apenas pude creerlo, y para ser sincero, la idea me atraía y asustaba a partes iguales. Pero acabé sucumbiendo.
 En un principio rememoré todas las películas americanas en las que el protagonista se reencuentra con los chic@s de su high school y en los que hay historias de venganzas hacia aquel abusador que te relingaba el balón o te daba un cocotazo y te quitaba el bocadillo…el quarterback del equipo, aquel tipo popular y con un liderazgo natural al que todos queríamos imitar y que en mi cole se traducía por “capitán de uno”…la niña de primero de BUP que a la primera mirada te roba el corazón pero que te coloca directamente en la friend zone dándote la primera lección de frustración anímica y amorosa de tu vida…tantas cosas, tantos miedos, tanto por esperar…  Aquel engreído de mierda al que te jodería que la vida hubiera tratado mejor que a ti y que te pasara su lamborghini por las narices exhibiendo que la vida le dio condición de macho Alfa mientras tú pedaleas con tu vieja bici en la base de la cadena trófica… en fin…demasiadas paranoias.
 ¿Y qué ocurrió realmente?
 Ocurrió que fue uno de los mejores días de mi (nuestra) ya larga vida. Que cada cara, cada voz, cada gesto y cada pose me traía un recuerdo que creía borrado de mi disco duro. Que aquellos niños del cole grabaron a fuego lo que soy hoy, y que aunque con algunos no hubiera tenido un gran trato ni una relación íntima, todos y cada uno de ellos activaban una palanca en mi cerebro que me traía un recuerdo olvidado imposible de recuperar de otra manera.
 Ver a jose luis roca me hizo recordar una tarde de solajera en el polideportivo en el que él me hablaba de su admiración por la selección de Holanda. Ver a Calderón me recordó estar con mi balón de fútbol ,yo solo, en la parte de atrás del aparcamiento de guaguas  y que él se acercara diciendo “¿jugamos?” saber de Alexis me trajo incunables recuerdos de ensayos y obras de teatro en el salón de actos…y me es imposible recordarlo todo, pero cada personita de estas, por más anodina que pudiera parecer en el devenir de mi vida, activaba una palanca en mi cerebro que me trasladaba un recuerdo íntimo y maravilloso. Sería imposible para mí recordar todos y cada uno de los recuerdos que me vinieron ese día a la mente y que me dejaron literalmente aturdido. Y me es igualmente imposible discernir o catalogar la importancia de cada uno de ellos, porque todos me dispararon un chorro de adrenalina en el corazón, sin intermediarios.
 No saben lo importantes que han sido todos y cada uno de ustedes para mí durante este año. Lo mucho que han alimentado mi alma y reconducido mi espíritu. Que verles ahora convertidos, como yo, en adultos de 50 años solo cambia la métrica y quizás la estética, pero de ningún modo la determinante incidencia de lo que fue y será mi vida al cobijo de su recuerdo.
 Y sí, es cierto que todos tuvimos nuestros alter egos, aquellos con los que compartimos más y otros menos, pero que hoy el destino me enseña que cada uno tuvo su papel y que como en el cuento del patito feo, al final lo que importa es la impronta que cada uno de esos niñ@s dejó en tu alma.
 Quiero agradecerles haber reaparecido. Quiero que sepan cómo les adoro, del primero al último. Quiero pedirles perdón por mi impertinencia, mis malos modos, mi soberbia y mis desproporciones. Y quiero tomarme la libertad de rogarles por su comprensión y su tolerancia. Y que sepan que para mí no hay claretian@ malo. Que lo que todos me dan excede en mucho a que lo que yo aporto. Y que nada de lo que ustedes hagan o hayan hecho me aparta de lo que verdaderamente importa, y es que ustedes son testigos de mi vida y yo de la suya, y eso para mí es el mayor tesoro al que a día de hoy pudiera aspirar.
 Me llenan de vida las discusiones con pepillo Ruano, las peleas con Mariano, las mentecatadas con Ana, Mary y el sector duro de la progesterona. Me sublima poder decirle a Marc lo que pienso de algunas cosas en las que él me metería los dedos en los ojos. Me asombra que me aguanten mis días de ovulación , y me aterra que Cristina, Bea, Lidia, Conchi, Magüi y muchas otras decidan seguir sufriéndome con paciencia porque no sé qué límite de tolerancia tienen estas mujeres hacia un descastado que solo parece disfrutar provocando el buen ánimo de la buena gente. Me enternece que Mabi sea siempre tan dulce cuando no lo merezco, o que algunas personas encuentren el momento de mandarme un privado para decirme “tio, no te pases”.
 Me desconcierta que Waldo, o Ramón, o Iñaki, o Alexis, o conchita lola , o Fafa, o Dani torrent, o Pata, o Feca vean en mí algo que merezca la pena rescatar y mantener.
 Me asombra que Larry tenga la paciencia de no mandarme al diablo por mis astracanadas o que mi admirado Trujillo aguante con una sonrisa que le cuestione sus ideales más firmes. O que mi amigo Kiko me siga llamando Hermano. O que Armando me quiera sinceramente…y así con todos y cada uno de ustedes.
 Y me quedo con una gran frase de uno de mis ídolos de los 50, el inefable Pepe Barrera que un día dijo aquello de “ si no podemos discutir sin enfadarnos es que no nos merecemos”. Joder, como quiero a ese puto ex gordo.!!!
 Disfruté como un enano narrándoles mi viaje de Febrero y haciendo acopio de recuerdos que no supe cómo gestionar, pero lo intenté. Disfruté viéndoles reaccionar y aprendí a quererles por encima de mis prejuicios, que los tengo y muy gordos, porque ustedes supieron lidiar con los mios. Y al final la conclusión es esa: que son los niñ@s de mi infancia. Que el corazón se me cuaja y los lacrimales se me desparraman  con todos y cada uno de ustedes.
 Gracias por quererme. Gracias por dejarme quererles. Y siendo una persona sin hijos ni presumible descendencia, ustedes son los únicos y verdaderos testigos de mi vida. Para bien y para mal. Gracias eternas.

lunes, 14 de mayo de 2018

El crucerito (de los cojones)


Una vez hice un crucero. 

Soy viajero por vocación, y cualquier forma de viaje me atrae como un imán. Pero solo puedo calificar mi experiencia en aquel crucero como la más frustrante , castrante y cargante forma de viajar con la que me he enfrentado a lo largo de mi vida.

 Viajé en un crucero por el mediterráneo en una de las compañías top 5 de aquellos momentos. Costa cruceros, adquirida por royal Caribbean, y en uno de sus buques estrella del momento, el Costa Concordia. Tristemente recordado por el naufragio en 2012 gracias a que su capitán estaba entretenido vacilando con una piba en el puente de mando haciéndolo embarrancar y posteriormente abandonando el barco en un acto de vergonzosa cobardía….pero esa es otra historia.

 Mi viaje fue por el mediterráneo, aunque salvo por los paisajes y la calidad del barco, prácticamente todos los cruceros funcionan bajo el mismo demencial sistema, que paso a resumir:
Tú pagas el billete del itinerario que te guste. Ese precio puede ser muy bueno según la época y el recorrido. Puedes ver precios que te parezcan una bicoca, visitando varias ciudades . Pero no te engañes: por poco que te cueste el pasaje, vas a soltar dinero a chorros. Están diseñados para eso.
 De entrada las bebidas no entran en el “todo incluido” del barco. E incluso bebiendo agua como las ranas, tu presupuesto va a subir demencialmente. Y como ellos lo saben, procuran facilitarte un sistema con el que pronto pierdas el control. Te dan una tarjeta que viene a ser como una tarjeta de crédito que se convierte en algo tan peligroso como un mono borracho con dos pistolas. Porque cuando ese jodido barco zarpa a las 7 de la tarde de cualquier puerto y no tienes otro sitio donde ir que a los bares de las diversas cubiertas, empiezas a volverte loco con el encierro y los primeros tragos hasta que entras sin saberlo en bancarrota. Es un invento del demonio.
  Luego están las propinas, que son obligatorias. Ese concepto tan nuestro de gratificar (o no) a quien te atiende bien, en estos barcos se considera una obligación de Sí o sí, y pagas un impuesto de propina. Quieras o no. Te guste o no te guste. Y el sablazo no era pequeño, creo que recordar que unos 60€ por persona.

 Pero todo esto son minuncias. La estallada, la de verdad, viene con las excursiones contratadas. En tu camarote encontrarás diligentemente cada día un papelito con todas las excursiones que podrás contratar para el siguiente puerto. Por supuesto que podrás bajar del barco por tu cuenta y visitar las ciudades a tu bola, pero para ello necesitarás organizarte una ginkana de transportes públicos  e ir corre que te corre a donde quiera que sea siempre bajo la presión de que el barco a tal hora se pira, contigo o sin ti. Y eso estresa a mucha gente, y eso hace que muchos contraten las excursiones del propio barco, que créanme, baratas no son. Todo el sistema está diseñado para reventarte la cartera por un lado u otro. Y aquel crucero que se anunciaba por 600€ una semana visitando el mediterráneo, se convierte en 1500€ casi sin darte ni cuenta.

  Por otra parte, y consciente de que lo que voy a expresar no es más que un criterio de gusto personal, creo que los cruceros están ideados para gandules, miedosos y señoras. Gente de un perfil más inquieto (entre los que me quiero incluir), encuentra el sistema de viaje de crucero como un auténtico atentado a cualquier viaje decente. Es demencial. Llegas a una ciudad a las 6 de la mañana y a las 7 de la tarde ya está zarpando el barco, de modo que tienes unas pocas horas para ir a visitar los más emblemático que es a la vez lo más concurrido. Llegar a civitavechia  para ir a roma y volver es hacer el idiota, literalmente. Y así con cada puerto. Un abominable corre que te corre en el que ni disfrutas, ni conoces ni te relajas. Y si encima la ciudad te atrae o te cautiva y lo que te apetece es quedarte a ver el atardecer y cenar en un restaurante de un barrio pintoresco, como me sucedió en La valletta o en Palermo, te jodes porque el barco se va y tienes que ir a cenar en el puto restaurante de todos los días con las otras 4 parejas que te tocaron en suerte. Que no. Que lo siento, pero que no.

 Hay gente que defiende la idea de que es una buena forma de conocer sitios a los que luego puedes volver con calma y tal, pero la verdad es que no conozco a nadie que haya hecho eso. Yo mismo me quedé maravillado, como digo, de la valletta, pero jamás volví, y para ser sincero, tengo una lista tan larga de lugares pendientes de conocer, que dudo que vuelva. El destino dirá.

Sin embargo esta forma de viaje es el paraíso para el gandul que no quiere preocuparse de nada (ni de su cuenta bancaria), y está la mar de feliz yendo en las excursiones programadas como un borrego con su cencerro. Nada que objetar. Para el miedoso, a quien estar en un país extranjero le asusta y sólo se siente seguro en la calidez del grupo y el tutelaje de un guía o compañía garantizada. Y la señora que deja a los chiquillos en la guardería del barco y disfruta de su exención momentánea de esclavitud maternal. Pero créanme, yo no podía. Literalmente, no podía.
 Además para convivir medianamente bien en un crucero debes ser alguien medianamente empático, y yo no lo soy. Me gusta perderme a mi bola y la compañía de la gente tengo que elegirla, tanto en cantidad como en calidad, y eso nunca es posible en un crucero. Allí te obligan a convivir quieras o no, y para mi eso es una tortura excesivamente cruel.
 De entrada el horario de las cenas se establece en dos turnos. Te asignan uno (que puedes elegir, y como yo soy español elegí el más tardío), y te asignan una mesa que vas a compartir durante todo el viaje con dos o tres parejas más. Te colocan , supuestamente, siguiendo unos criterios de edad y condición (por ejemplo, jubilados con jubilados, recién casados con recién casados, etc etc) imagino que habrá alguien encargándose de establecer las mesas de la forma más compatible posible. Pero en mi caso, eso es un problema. Es difícil que la gente me caiga bien, y viceversa, de modo que tuve que pedir que me cambiaran de mesa un par de veces porque no soportaba a los pelmazos que me tocaron. Sobre todo una petarda que se pasaba toda la jodida cena mostrando las cosas que había comprado en su visita diaria y como regateó con los vendedores y bla bla bla bla…y en otra ocasión un fantasma redomado que no paraba de insistirme en que al día siguiente hiciéramos tal o cual excursión juntos cuando yo lo que quería hacer al tocar puerto era perder a todos esos pelmazos de vista por unas horas. Incluso algún día llegué a prescindir de la cena y le dije a mi pareja de entonces que me trajera un tupper al camarote, que yo al restaurante no iba. Un suplicio.
 Y luego eso…después de cenar ya estabas en navegación hasta el próximo puerto y no quedaba otra opción que deambular por los bares del barco , ver el show del teatro o pudrirte en una infecta discoteca llena de patanes .
  Mención especial para el barco:
 Si bien el camarote era exterior, funcional y bien equipado, el resto del barco era un puto mareo al que no le hacía falta una mar embravecida para que se te salieran los hígados por la boca. El interiorismo del costa concordia lo había diseñado un afamado decorador de casinos de las vegas del que no recuerdo el nombre, pero que en su época era bastante famoso. El cualquier caso, era la horterada hecha barco, y el mal gusto reinando en forma de oropeles, dorados, cristales de swaroski y mamonadas concebidas para hacer que doña pepita, la de la frutería, se crea que está en un lugar con clase. Si alguien ha estado en un casino de las vegas sabrá a lo que me refiero. Y por lo que he podido ver en reportajes de Tv y revistas, prácticamente todos los cruceros turísticos más o menos están diseñados de la misma forma; como parques temáticos de cartón piedra que le haga creer a los cruceristas que están sumergidos en un mundo de lujo y esplendor, cuando a mi la sensación que me da es que estoy en el cerebro del diseñador de Kashogui hast el culo de speed.

  El caso es que el segundo día más feliz de mi vida fue el día que acabó aquella pesadilla de viaje y en el que juré solemnemente que jamás de los jamases iba a volver a subirme a uno de esos infames hoteles flotantes.
Insisto en la idea de que esto que escribo no es más que un criterio de gusto personal, pero que respeto enormemente a los gandules, miedosos y señoras a quienes les fascina viajar de esta infame manera, que me consta que son legión y los hay que repiten año tras año.
 Besiños

miércoles, 2 de mayo de 2018

fucking paradise


Los oriundos de un sitio son siempre grandes admiradores, abogados defensores  e incondicionales del sitio en cuestión. Nada como la cuna para dotar a cualquier persona de un profundo amor por su terruño, normalmente sin más motivación que esa: haber nacido allí.
Con esa premisa, la del nacimiento, es suficiente para justificar todas las virtudes, obviar todos los defectos y considerar que su tierra es, simplemente “la mejor del mundo” . Y me inquieta que ese amor tan profundo, convencido y hasta fanático no tenga otro detonante que la soberbia.” Yo soy de aquí, ergo este sitio es cojonudo”. Sin mayor abundamiento.
 En Canarias, mi desdichada tierra, esto pasa mucho. Bueno, pasa en todas, pero según la vida me ha dado la oportunidad de vivir en otros lugares y de viajar bastante, puedo afirmar que aquí esto se lleva a los máximos exponentes. Quizás sea porque desde nuestras propias instituciones y la naturaleza de nuestra principal (y única) industria, el turismo, todos los canarios hemos sido constantemente bombardeados por mensajes que no hablan de otra cosa que de una especie de paraíso donde nosotros vivimos, con la mejor climatología del mundo, y quizás del universo, y donde millones de visitantes anuales se desviven por llegar para gozar de una semanita en esta dichosa tierra por cuyos grifos manan leche y miel. Y si era poco el natural sentimiento patriótico que todo bicho viviente siente por su tierra, aunque sea un polvoriento páramo de oriente medio, encima a nosotros se nos multiplica el sentimiento convenientemente martilleados por las excelencias cantadas desde la mañana a la noche por todas las publicidades institucionales habidas y por haber.
 Poco lugar queda para la crítica y mucho menos, para la disidencia. Atrévete a decir que no, que esto no es el paraíso e inevitablemente sufrirás un linchamiento mediático, social y hasta familiar. Y sobre todo, no importa cuantos datos des ni cuan veraces sean. Ya puedes desgañitarte gritando que tenemos los salarios más bajos de España, los trabajos menos cualificados, las tasas de paro más altas, el analfabetismo más alarmante, los embarazos de adolescentes más numerosos, el fracaso escolar más estrepitoso, la indigencia más abultada…que no, que todos seguirán viendo 24 grados centígrados de media anual y un fucking Paradise.
   No importa soportar una población flotante que desborda los recursos hídricos y de todo tipo, tener el territorio más saturado de España, a la vez que el más frágil. No hay playa ni espacio natural que no esté alicatado de arriba abajo y con los recursos que genera en las menores manos posibles. Porque tenemos 24 graditos y lo demás no importa.
No importa que nuestra cesta de la compra sea la más cara de España, que la carga impositiva se nos coma en todo lo que importamos, que es TODO, porque ya no producimos más que plátanos y tomates con los que unos cuantos latifundistas  de antaño bien instalados en los alto de la cadena trófica, aún conservan sus privilegios alternándolos con los explotadores turísticos. AL menos esos han sabido diversificar el negocio mientras la teta europea aún les financia sus cultivos que a buen seguro, acabarán extintos, pero por encima de sus cadáveres.
 Somos el hazmerreir de Europa en todos los baremos que califican la calidad de vida, menos en uno: tenemos 24 graditos de media anual. Y eso a muchos, a demasiados, a la mayoría, quizás, les consuela. Pero a mi no.
Yo me muero de pena y de impotencia por esta desdichada y vendida tierra. No hay nada que me haga sentir orgullo, porque lo único bueno que tenemos es el clima, precisamente aquello en lo que no tenemos ningún mérito. El territorio lo hemos destrozado, eso sí supimos hacerlo, y toda la belleza que nos fue entregada, que tampoco es que fuera mayor que la de otras partes del mundo, hemos sabido corromperla hasta convertirlo todo en un prostíbulo de tourperadores alemanes y británicos.
Nos dieron diez talentos y los gastamos sin producir nada más que miseria. Eso somos.
Pues sí, hay sitios donde se vive mejor. Donde los niños tienen futuro. Donde las playas son más bonitas. Donde no te arruinas en el supermercado. Donde las montañas son más altas, los valles más profundos y las praderas más verdes. Donde la gente está más concienciada y más formada. Donde se trabaja por proteger un entorno, un patrimonio y un futuro.
 Sí, existen muchos paraísos mejores que este. Pero para nuestra desgracia, a nosotros ya nos han interiorizado que este páramo es el paraíso.
Pena, penita, pena.