A l@s niñ@s de mi infancia. Perdón, gracias y una butifarra
;-)
Este ha sido un año
singular. Y plural.
Desde los 40 que
dejé de celebrar mi cumpleaños. Es más, ese día procuraba aislarme y permanecer
alejado del mundanal ruido. Mi cada vez más acentuado complejo de Peter Pan me
incitaba a no crecer, pero no me impedía envejecer. Una lucha perdida, salvo
por la inevitable consecuencia de acabar siendo poco más que un chiquillaje
entrado en años. Patético.
Pero este último año,
todo ha cambiado. En junio de 2017 sucedió un hito que ha marcado los
siguientes 365 días de mi vida de una forma definitiva. Reencontrarme después
de más de 30 años (o más) con l@s niñ@s de mi infancia.
El hecho de haberme
ido de mi isla a los 17 años y haberme formado y trabajado fuera durante
demasiado años, hizo que se perdiera el contacto con aquellos con los que
compartí pupitres, juegos, travesuras, descubrimientos, aprendizajes,
decepciones, logros y lecciones a hostia limpia. Y desde entonces tuve un
cierto sentimiento de orfandad allá donde fuera, porque la buena gente que iba
entrando en mi vida no sabía de mí más que lo que yo quería o deseaba
mostrarles. Mi esencia, mi ingenuidad y mi autenticidad se fraguó en los campos
de juego y las aulas de aquel Colegio claret de Tamaraceite, asilvestrado con otros de mi edad y condición donde no
cabían poses ni imposturas. Éramos lo que éramos, sin dobleces, trampas ni
cartón.
El año pasado todos
cumplimos 50 años y por casualidad, me reencontré con Carmelo y Cristina, que
me informaron de una macrofiesta por el 50 aniversario de esa nuestra
generación. Apenas pude creerlo, y para ser sincero, la idea me atraía y
asustaba a partes iguales. Pero acabé sucumbiendo.
En un principio
rememoré todas las películas americanas en las que el protagonista se
reencuentra con los chic@s de su high school y en los que hay historias de
venganzas hacia aquel abusador que te relingaba el balón o te daba un cocotazo
y te quitaba el bocadillo…el quarterback del equipo, aquel tipo popular y con
un liderazgo natural al que todos queríamos imitar y que en mi cole se traducía
por “capitán de uno”…la niña de primero de BUP que a la primera mirada te roba
el corazón pero que te coloca directamente en la friend zone dándote la primera
lección de frustración anímica y amorosa de tu vida…tantas cosas, tantos
miedos, tanto por esperar… Aquel engreído
de mierda al que te jodería que la vida hubiera tratado mejor que a ti y que te
pasara su lamborghini por las narices exhibiendo que la vida le dio condición
de macho Alfa mientras tú pedaleas con tu vieja bici en la base de la cadena
trófica… en fin…demasiadas paranoias.
¿Y qué ocurrió
realmente?
Ocurrió que fue uno
de los mejores días de mi (nuestra) ya larga vida. Que cada cara, cada voz,
cada gesto y cada pose me traía un recuerdo que creía borrado de mi disco duro.
Que aquellos niños del cole grabaron a fuego lo que soy hoy, y que aunque con
algunos no hubiera tenido un gran trato ni una relación íntima, todos y cada
uno de ellos activaban una palanca en mi cerebro que me traía un recuerdo
olvidado imposible de recuperar de otra manera.
Ver a jose luis roca
me hizo recordar una tarde de solajera en el polideportivo en el que él me hablaba
de su admiración por la selección de Holanda. Ver a Calderón me recordó estar
con mi balón de fútbol ,yo solo, en la parte de atrás del aparcamiento de
guaguas y que él se acercara diciendo “¿jugamos?”
saber de Alexis me trajo incunables recuerdos de ensayos y obras de teatro en
el salón de actos…y me es imposible recordarlo todo, pero cada personita de
estas, por más anodina que pudiera parecer en el devenir de mi vida, activaba una
palanca en mi cerebro que me trasladaba un recuerdo íntimo y maravilloso. Sería
imposible para mí recordar todos y cada uno de los recuerdos que me vinieron ese
día a la mente y que me dejaron literalmente aturdido. Y me es igualmente
imposible discernir o catalogar la importancia de cada uno de ellos, porque
todos me dispararon un chorro de adrenalina en el corazón, sin intermediarios.
No saben lo
importantes que han sido todos y cada uno de ustedes para mí durante este año.
Lo mucho que han alimentado mi alma y reconducido mi espíritu. Que verles ahora
convertidos, como yo, en adultos de 50 años solo cambia la métrica y quizás la
estética, pero de ningún modo la determinante incidencia de lo que fue y será
mi vida al cobijo de su recuerdo.
Y sí, es cierto que
todos tuvimos nuestros alter egos, aquellos con los que compartimos más y otros
menos, pero que hoy el destino me enseña que cada uno tuvo su papel y que como
en el cuento del patito feo, al final lo que importa es la impronta que cada
uno de esos niñ@s dejó en tu alma.
Quiero agradecerles
haber reaparecido. Quiero que sepan cómo les adoro, del primero al último.
Quiero pedirles perdón por mi impertinencia, mis malos modos, mi soberbia y mis
desproporciones. Y quiero tomarme la libertad de rogarles por su comprensión y
su tolerancia. Y que sepan que para mí no hay claretian@ malo. Que lo que todos
me dan excede en mucho a que lo que yo aporto. Y que nada de lo que ustedes
hagan o hayan hecho me aparta de lo que verdaderamente importa, y es que
ustedes son testigos de mi vida y yo de la suya, y eso para mí es el mayor
tesoro al que a día de hoy pudiera aspirar.
Me llenan de vida las
discusiones con pepillo Ruano, las peleas con Mariano, las mentecatadas con
Ana, Mary y el sector duro de la progesterona. Me sublima poder decirle a Marc
lo que pienso de algunas cosas en las que él me metería los dedos en los ojos.
Me asombra que me aguanten mis días de ovulación , y me aterra que Cristina,
Bea, Lidia, Conchi, Magüi y muchas otras decidan seguir sufriéndome con
paciencia porque no sé qué límite de tolerancia tienen estas mujeres hacia un
descastado que solo parece disfrutar provocando el buen ánimo de la buena
gente. Me enternece que Mabi sea siempre tan dulce cuando no lo merezco, o que
algunas personas encuentren el momento de mandarme un privado para decirme “tio,
no te pases”.
Me desconcierta que Waldo,
o Ramón, o Iñaki, o Alexis, o conchita lola , o Fafa, o Dani torrent, o Pata, o
Feca vean en mí algo que merezca la pena rescatar y mantener.
Me asombra que Larry
tenga la paciencia de no mandarme al diablo por mis astracanadas o que mi
admirado Trujillo aguante con una sonrisa que le cuestione sus ideales más
firmes. O que mi amigo Kiko me siga llamando Hermano. O que Armando me quiera
sinceramente…y así con todos y cada uno de ustedes.
Y me quedo con una
gran frase de uno de mis ídolos de los 50, el inefable Pepe Barrera que un día
dijo aquello de “ si no podemos discutir sin enfadarnos es que no nos merecemos”.
Joder, como quiero a ese puto ex gordo.!!!
Disfruté como un
enano narrándoles mi viaje de Febrero y haciendo acopio de recuerdos que no
supe cómo gestionar, pero lo intenté. Disfruté viéndoles reaccionar y aprendí a
quererles por encima de mis prejuicios, que los tengo y muy gordos, porque
ustedes supieron lidiar con los mios. Y al final la conclusión es esa: que son
los niñ@s de mi infancia. Que el corazón se me cuaja y los lacrimales se me
desparraman con todos y cada uno de
ustedes.
Gracias por quererme.
Gracias por dejarme quererles. Y siendo una persona sin hijos ni presumible
descendencia, ustedes son los únicos y verdaderos testigos de mi vida. Para
bien y para mal. Gracias eternas.