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miércoles, 29 de mayo de 2024
hasta pronto
Hoy se me fué un amigo. Pero es momentáneo, quiero pensar que allá donde fuera lo que hace es guardarme un sitio a mí y a otros tantos.
Waldo se fue sin esperarlo. Sé que le jodía que le llamáramos Waldo y reivindicaba su bonito nombre: Osvaldo, pero que se joda, porque ahora no me oye y lo llamo como me dé la gana.
Llevo tanto tiempo (mas de 6 años) velando por la salud de una anciana, que a veces pierdo la perspectiva biológica, y cuando de repente se muere un amigo de mi edad, el golpe es devastador porque no alcanzo a asimilarlo. Estoy tan mentalizado de que debo aceptar el deterioro de una persona y que el tiempo tiene sus designios, que cuando me fallan las cuentas y acontece lo no esperado, me desbarato. Pero en fin, ocurrió.
Waldo no sólo era un niño de mi infancia. Aparte de compartir colegio, aula, pupitre y patios, compartimos también vecindad. Vivíamos muy cerca y después del colegio alargábamos el vínculo jugando en la calle convirtiendo las puertas de garaje de un negocio cercano en improvisadas porterías para seguir destrozando los zapatos negros del uniforme del claret.
Waldito era un tipo peculiar. Tenía una arrolladora personalidad que....coño, miento...su personalidad no era arrolladora porque él no arrollaba a nadie. Su personalidad era simplemente APLASTANTE. Recuerdo cómo puso de moda en el colegio acudir con un macuto verde militar en una edad en que todos íbamos con nuestras maletitas de corte inglés y a él le importó un pito y tres pimientos que su macuto fuera la risa de nuestra sociedad de imberbes hasta que al final, sin saber cómo, el macuto verde militar se convirtió en un icono y nadie podía aspirar a un mínimo de respeto si no se colgaba del hombro un macuto como el de Waldo. Y así fué siempre. Waldo transpiraba autenticidad y absoluta ausencia de necesidad de reconocimiento social. Yo jamás tuve ni su determinación, ni su resolutiva confianza en sí mismo como para hacer siempre lo que le dió la real gana sin necesidad de consenso ni aprobación.
Y así pasaron los años de la infancia hasta que la diáspora estudiantil nos separó y tuvimos un vacío de 30 años en los que no hubo contacto y cada uno siguió el camino que el destino le tenía resuelto. Hasta que a los 50 años, una de esas aterradoras reuniones de antiguos alumnos nos volvió a poner frente a frente. Aterradoras, porque despues de 30 años sin ver a tus compañeros de pupitre, acudes con el miedo de ser comparado, de no haber cumplido las expectativas...en fin, tantas cosas...pero resumiendo, allí volví a verlo. Y era tal cual. Le importaba una mierda el juicio que los demás hicieran de él. Lucía pintas que a todos los quincuagenarios podrían parecernos estrambóticas. Gorra de beisbol, ropa más que "casual", uñas pintadas de negro que parecian mejillones....en fin...quizás muchos quisimos ver en esas pintas un fracaso, pero lo cierto es que a él eso no le importaba y apareció tal cual, sin complejos y con orgullo. Y al volver a tratarlo descubrí que ese adulto de 50 años, testigo de mi infancia, no había cambiado un ápice su esencia. Seguía siendo el tipo que marca tendencia desde lo genuino de su ser y con cariño aceptaba las diferencias a la vez que reivindicaba su forma.
Descubrí a un ser de luz, esa es la verdad. Y aunque discrepáramos en muchas cosas, coincidíamos en otras. Sus posiciones ideológicas, políticas e incluso filosóficas me parecieron extremadas, pero debo decir que con tanta radicalidad defendía sus posiciones como mostraba respeto por las ajenas. Me dió una buena lección, que soy vehemente, impulsivo y ofensivo. Y su templanza me inspiró. Si hoy soy un poco mejor, lo debo su influencia.
Hoy nos hemos dado un "hasta luego", porque si 30 años no fueron una despedida, esto tampoco va a serlo. Waldito, donde quiera que estés, guárdame un sitio en la grada naciente. Y GRACIAS.
martes, 26 de marzo de 2024
LA TRAICIÓN
A estas alturas de mi vida he aprendido a bregar con cierta solvencia con las virtudes y defectos de mis congéneres y con los míos propios. He aprendido que soy un ser imperfecto que tiene sus propias taras, y que si aspiro a que los demás las acepten, por pura reciprocidad debo aprender a aceptar las ajenas. Y lo intento. Vive Dios que lo intento. Y a veces lo consigo y otras fracaso estrepitosamente.
Soy capaz de superar actitudes nimias pero que me irritan. Puedo respirar hondo y admitir que la actitud molesta y perretosa de mi amigo borracho merece comprensión y resignación. Soy capaz de contener mi malestar cuando veo que alguien se comporta de forma opuesta a mis tendencias pensando que en ocasiones, alguien puede sentirse molesto con las mías. Y de eso se trata. De que nos disculpemos y aguantemos cada uno con su cadaunada, porque nadie es perfecto y lo que a unos molesta e irrita, a otros complace y divierte. Y encontrar la forma de convivir con ello es un arte y una necesidad, porque cuando te cierras en tus filas estás avocado al fracaso.
Pero reconociendo todo esto, hay algo con lo que no puedo, y hay cierta forma de ir por la vida con la que ni comulgo ni encuentro paliativos para justificarla. Y es lo que da título a este post; la traición.
No admito a traidores en mi vida. La traición es algo que mi cerebro no puede procesar de ninguna forma, ni justificar ni entender. Y es que la traición se rige por unos parámetros que bajan a las cloacas de la condición humana. La traición se basa en un engaño perverso donde previamente se crea un clima de confianza que luego es desdeñado, cuando la confianza del traicionado se encuentra con una realidad que le destroza y apabulla. Para traicionar hay que mentir, engañar y luego asestar una estocada mortal. El traidor es un ser despiadado, calculador y dañino, porque para traicionar necesita de todas esas cuestionables virtudes.. No se traiciona de forma espontánea ni por casualidad ni en un arrebato de cólera, La traición necesita preparativos, intención y estrategia. No surge de la nada. Y todo eso es lo que la hace execrable. Ninguna circunstancia sobrevenida puede exculpar al traidor de sus actos porque, repito, traicionar requiere preparación y alevosía y voluntad.
Yo he sido traicionado gravemente y por más que he tratado de exculpar a los responsables, ya no puedo hacerlo más por mucho que me duela. Soy consciente de que la traición no es un error ni un "sin querer", sino un acto premeditado, estudiado y aprobado con la suficiente antelación pero que en manos de mentes cortitas a veces sale mal. Muy mal. Pero partamos de la base de que el traidor es un ser cobarde, incapaz de afrontar circunstancias incómodas de frente y que por eso recurre a la traición como muro de contención y barrera protectora porque le brinda una escapatoria. Es capaz de ponerte una zancadilla escondido entre los matorrales o de airear un chisme oculto en la muchedumbre para hacer un daño sin que nadie le señale,. Porque es cobarde. Y el cobarde nunca se expone abiertamente.
El traidor aprovecha las debilidades que un día le confiaste para ponerte a los pies de los caballos sin exponerse. El traidor te vende a sus intereses y no le importa la desazón que te causa. El traidor, te traiciona, sin más.
Guárdense de los traidores. Los hay por doquier.
jueves, 7 de marzo de 2024
TRANSPARENTE
A vísperas de un nuevo 8 de Marzo, con toda la maquinaria gubernamental echando humo para promover, alentar y dar cobertura mediática a los actos reivindicativos de mañana, vuelvo a sentirme transparente. Y no es que lo sienta, es que lo soy.
Soy un machirulo heteropatriarcal, nacido con una condición de género que me pone al margen de todas las reivindicaciones de mañana. Y da igual lo que haga. Da igual que esté asumiendo responsabilidades que, aunque tradicionalmente se atribuían a mujeres, a día de hoy cualquier mujer que las realice será objeto de loa y subvención, pero que si la asumo yo, me pone a los pies de los caballos y en el último lugar de una cola donde ni siquiera tengo derecho a estar.
Soy un macho de mi especie, y hacerme cargo de la alimentación, medicación, higiene, distracción y sociabilización de una octogenaria madre MUJER, es algo que no me genera ninguna clase de derecho ni reconocimiento. Y me parece bien. Es mi madre y la cuido porque puedo y quiero. Pero cruje el espíritu saber que si entre las piernas tuviera una vagina y no un pene, todo este trabajo tendría la comprensión, loas, derechos y subvenciones que ahora se me niegan porque estoy en un status "superior" de machito capaz de hacerse valer sin injerencias ni obstáculos frente a pobres mujeres desvalidas que necesitan de más apoyos y ayudas que un ser de mi mísera calaña.
Parece ser que debo purgar la culpa de mis ancestros, de la santa inquisición que quemaba brujas...parece ser que debo purgar los pecados de mis antecesores y, que por el hecho de ser un hombre, soy culpable de todas las injusticias que en pretérito se cebaron con las hembras de mi especie. Parece ser que la equidad de derechos del S. XXI no computa en mi haber, y que a pesar de ser criado en igualdad, aún debo purgar por mi condición de género con las culpas de unos antecesores con los que ni comulgo, ni comparto, ni acuerdo. Parece ser que hay un espíritu de revancha que no va a descansar hasta hacer que todos los hombres de mi generación y las venideras, paguen por los excesos cometidos en tiempos tan pretéritos que los hombres de hoy día ni entendemos ni compartimos. No compartimos más que una deuda que no adquirimos, pero que pagamos por un injusto y execrable sentimiento de culpa social de la que no somos ni remotamente responsables.
Mañana cientos, miles de mujeres y hombres irán a reivindicar igualdad y derechos con los que estoy de acuerdo. Pero ninguno reivindicará que yo me haga cargo de mi madre y sus necesidades. Ninguno/a dirá que mi labor es tan importante como la de una señora que haga lo mismo. Nadie reconocerá una labor que por mi entrepierna me sitúa en el lado chungo de la balanza. Y yo lo único que sé es que, con subvención o sin ella, seguiré ocupándome de la gente que quiero.