A estas alturas de mi vida he aprendido a bregar con cierta solvencia con las virtudes y defectos de mis congéneres y con los míos propios. He aprendido que soy un ser imperfecto que tiene sus propias taras, y que si aspiro a que los demás las acepten, por pura reciprocidad debo aprender a aceptar las ajenas. Y lo intento. Vive Dios que lo intento. Y a veces lo consigo y otras fracaso estrepitosamente.
Soy capaz de superar actitudes nimias pero que me irritan. Puedo respirar hondo y admitir que la actitud molesta y perretosa de mi amigo borracho merece comprensión y resignación. Soy capaz de contener mi malestar cuando veo que alguien se comporta de forma opuesta a mis tendencias pensando que en ocasiones, alguien puede sentirse molesto con las mías. Y de eso se trata. De que nos disculpemos y aguantemos cada uno con su cadaunada, porque nadie es perfecto y lo que a unos molesta e irrita, a otros complace y divierte. Y encontrar la forma de convivir con ello es un arte y una necesidad, porque cuando te cierras en tus filas estás avocado al fracaso.
Pero reconociendo todo esto, hay algo con lo que no puedo, y hay cierta forma de ir por la vida con la que ni comulgo ni encuentro paliativos para justificarla. Y es lo que da título a este post; la traición.
No admito a traidores en mi vida. La traición es algo que mi cerebro no puede procesar de ninguna forma, ni justificar ni entender. Y es que la traición se rige por unos parámetros que bajan a las cloacas de la condición humana. La traición se basa en un engaño perverso donde previamente se crea un clima de confianza que luego es desdeñado, cuando la confianza del traicionado se encuentra con una realidad que le destroza y apabulla. Para traicionar hay que mentir, engañar y luego asestar una estocada mortal. El traidor es un ser despiadado, calculador y dañino, porque para traicionar necesita de todas esas cuestionables virtudes.. No se traiciona de forma espontánea ni por casualidad ni en un arrebato de cólera, La traición necesita preparativos, intención y estrategia. No surge de la nada. Y todo eso es lo que la hace execrable. Ninguna circunstancia sobrevenida puede exculpar al traidor de sus actos porque, repito, traicionar requiere preparación y alevosía y voluntad.
Yo he sido traicionado gravemente y por más que he tratado de exculpar a los responsables, ya no puedo hacerlo más por mucho que me duela. Soy consciente de que la traición no es un error ni un "sin querer", sino un acto premeditado, estudiado y aprobado con la suficiente antelación pero que en manos de mentes cortitas a veces sale mal. Muy mal. Pero partamos de la base de que el traidor es un ser cobarde, incapaz de afrontar circunstancias incómodas de frente y que por eso recurre a la traición como muro de contención y barrera protectora porque le brinda una escapatoria. Es capaz de ponerte una zancadilla escondido entre los matorrales o de airear un chisme oculto en la muchedumbre para hacer un daño sin que nadie le señale,. Porque es cobarde. Y el cobarde nunca se expone abiertamente.
El traidor aprovecha las debilidades que un día le confiaste para ponerte a los pies de los caballos sin exponerse. El traidor te vende a sus intereses y no le importa la desazón que te causa. El traidor, te traiciona, sin más.
Guárdense de los traidores. Los hay por doquier.