martes, 22 de octubre de 2019

independentismo Vs unionismo. Mi sesgada visión


El “problema” catalán. Independentismo Vs Unionismo…

Antes que nada, tengo que trazar una linea roja: no soy nacionalista. Y eso condicionará todo mi parecer.

 Nací y me crié en el seno de una familia canaria acomodada. Soy canario. Profundamente. Y esa condición, me hace acreedor de otra identidad: soy español. Hasta la médula. Y tuve la suerte de vivir 17 años en Cataluna. Eso no me da galones de ningún tipo, pero sí criterio propio con lo que está pasando.

 Despues de 17 años creciéndo y educándome en un peñasco canario, mi identidad estaba más que construida. Soy canario, descendiente de los nobles guanches, tengo un patrimonio cultural diferenciado y definido. Mi patria chica me sublima y me enorgullece. Soy de una generación educada en la creencia de que los menceyes y guanartemes guanches eran el sumuns de la dignidad; que preferíamos morir riscándonos de un roque antes que sucumbir ante el invasor español. Me mamé la “cantata del mencey loco”. Oí a Taburiente, y siempre vi a los peninsulares como una especie de abusadores con una pronunciación agresiva que trataban de convencerme de mi “minusvalía” cultural y geográfica ante su poderío histórico y supremacista. Unos “godos” despreciables en todo sentido.

 Y resulta que a los 17 años me voy a estudiar y vivir en Barcelona. Y lo que pretendía ser una estancia limitada a 5-6 años, se convirtió en un modus vivendi que se prolongaría durante 17 años más.

 Llegué a Cataluña pensando que el catalán era como el latín; una lengua muerta que no usaba nadie, pero la realidad me dio la primera bofetada. Mis primeras experiencias fueron que el catalán era una lengua viva, usada y prevalente. Y eso no me supuso mayor problema. El catalan, para un castellanoparlante, es una lengua muy sencilla de asimilar. Cualquier estudiante medio que en 2 de bup se hubiera leido el poema de mio Cid no debería de tener problemas para entender a un catalán que le hablara despacito. En un par de meses lo entendía todo perfectamente, y en un par más, podía hablarlo sin ser Salvador Espríu, pero con cierta dignidad.

Mi formación más importante se dio en colegios y universidades catalanas, y el idioma jamás me supuso un problema o una desventaja. Mis amigos de esa época son de los mejores que conservo; catalanes de pura cepa que me acogieron con la cortesía y educación que se le supone a las gentes de bien. Me cuidaron, mimaron y ayudaron en todo lo que necesité. Hoy día, mi amigo Jordi (no podía llamarse de otra manera), es de los seres vivos a quien más adoro en el mundo.

 También es verdad que yo no puse problemas. Estaba en tierra extraña y te adaptas o mueres. Y yo supe adaptarme, y los que me acogieron, me lo pusieron muy fácil. Aún recuerdo recriminar a mis amigos catalanes que me hablaran en castellano, cuando yo lo que quería y necesitaba es que me forzaran a hablar en su lengua, pero no había manera. Siempre intentaban agradarme y acogerme hablando en un castellano que se notaba que les salía con dificultad y haciendo un esfuerzo.

 Pero es cierto que aprendí que su cortesía también encerraba una especie de condescendencia que me indicaban que nunca me vieron como a un igual. Ellos también tenían su historia, sus mártires, su idiosincrasia y su supremacismo. Se creían “el pueblo elegido por Dios”, como los canarios nos creíamos el pueblo elegido por Alcorac. Adoraban sus costumbres, LENGUA y tradiciones, y en base e ello obraban. Quizás la diferencia es que tenían un puntillo soberbio en el que se consideraban por encima de los demás pueblos peninsulares. No en vano, cataluña siempre ha sido una de las regiones más prósperas y  punteras de la piel de toro. Sí, creían ser más europeos que nadie, más emprendedores que nadie, más trabajadores que nadie….era su legado y su creencia, y ¿Quién puede rebatírselo si es la pura verdad?

De ser catalán, lo reconozco, pensaría igual que ellos. Pero no era catalán, y tuve la suerte de comparar dos mundos diferentes desde una equidistancia en ocasiones difícil de asimilar.

 Recuerdo a mi adorado Jordi tratando de explicarme que el catalan “no es ni mejor ni peor que el español, pero es diferente”. A mi siempre me crujió el argumento. Porque yo soy diferente a un madrileño, a un andaluz o a un gallego. Pero eso no me causa ninguna contradicción con mi condición de español. Y por supuesto, cuando alguien se empeña en resaltar su diferencia, lo que está haciendo es compararse por arriba. Nadie insiste en señalar diferencias que le colocan por debajo. Las diferencias están para auparte, no para enterrarte. Y por eso lo de la “diferencia”, aunque estuviera edulcorada por el “ni mejor ni peor”, a mí siempre me sonó a supremacismo puro y duro.

 Pero es que es normal. Los canarios, siempre dispuestos a reirnos de un tercero, siempre hemos considerado al foráneo como a un pardillo que no es capaz de captar nuestra retranca ni entender nuestra mar de fondo. Pues amigos, a ellos les pasa igual.

 Pero vivir entre catalanes, hablar su lengua y comprender sus motivos me enseñó muchas cosas que por una parte cuestionaban mi orgullo isleño a la vez que me enseñaban a entender los “disparates” de mis anfitriones.

 Recuerdo a un profesor que tuve en 4 de EGB. Un cura godo que se empeñaba en decirnos que el acento y el habla canaria era la fuente de toda la torpeza gramática nuestra. Que el pronunciar la s, la c y la z de igual forma nos convertía en torrentes de disparates ortográficos, y por ello, quiso que toda la clase aprendiera a pronunciar en godo, forzándonos a hacer ejercicios bucales para llegar a una pronunciación correcta. Un claro ejemplo del godo colonialista incapaz de entender que el español que se habla en canarias es más representativo en sudamérica, las antillas, andalucía, galicia o la propia cataluña que el que se habla en el mismo centro de valladolid. Y que a los canarios nos molesta lo indecible que un peninsular venga a decirnos “que hablais mal” simplemente porque tenemos nuestra propia forma de adaptar el castellano a nuestra historia y nuestros ancestros. Que para nosotros, decir “vosotros” es algo que nos desgarra el alma y se nos muere un baifo. Pero no, creo que nunca lo entendió.

 Y colegas, eso les pasa a los catalanes. Personas para las que el catalán es su lengua materna no pueden dejar de sentirse ofendidos cuando cualquier castellanoparlante les EXIGE que hablen castellano en su presencia, y que el uso del catalán es una ofensa y una falta de educación.

 ¿Se imaginan ustedes que alguien les exigiera que cuando hubiera un peninsular delante tuvieran que pronunciar las C y la Z a lo godo para no ofenderle?. Pues es lo mismo.  Mis amigos catalanes, acostumbrados a hablar entre ellos en catalán, encuentran muy difícil mantener una conversación en castellano cuando hablan entre ellos cuando hay un castellanoparlante en la sala. Y no es falta de educación. Es lo normal.

 Tengo la suerte de tener amigos extranjeros que me visitan en canarias. Mi propia ex pareja no habla castellano, solo inglés, y cuando la he llevado a compartir con mis amigos canarios, todos se esfuerzan por hablarle en inglés, pero cuando tienen que dirigirse a mí, lo hacen en español con acentazo canario, sin caer en la cuente de que ella no se está enterando. Sin embargo, no son capaces de aplicar esa norma cuando están en cataluña y sus amigos catalanes hablan entre ellos catalán, que es su forma natural de comunicarse, y se ofenden soberanamente aludiendo a una falta de educación que no es tal. Sinceramente: en 17 años jamás me encontré a un catalán que no me hablara en castellano si le reclamaba que lo hiciera. Pero muy mal hablaría de mi si tratara de forzar a personas acostumbradas a hablarse en su idioma, a que cambiaran al castellano por mi excelsa presencia. Que no. Que hay mucho españolazo que llega a cataluña exigiendo que le hablen en el idioma del imperio, igual que hay mucho godo que llega a canarias esperando que le pronuncien la Z del fondo de Zamora. Y como en toda circunstancia de la vida, “allá donde fueres, haz lo que vieres”, y si te toca estarte un rato callado porque no entiendes a tus anfitriones, pues te la mamas y esperas hasta que puedas entrar en el debate de la forma que sea.

 Nadie espera que en londres le hablen español por derecho divino. Lo que no sé es porqué sí esperan que en Cataluña lo hagan, amparados bajo el manto de “estamos en españa y a mi me hablas en español”, irrespetando las costumbres y la lengua de unas gentes que lo único que hacen es expresarse en su lengua materna en el territorio que habitan.

 Y dejando estos detalles, también tengo algo que reprocharle a la sociedad catalana que me adoptó y acogió. Y el reproche no es otro que el haber sucumbido, más allá de sus derechos, a unos políticos de ideología nacionalista que les hicieron creerse la musa de todas las artes. Que les adoctrinaron con mentiras supremacistas y se las creyeron, como yo me creía la nobleza guanche. Que ser catalán no es ser mejor que nadie, como no lo es ser de cualquier otra parte. Que el nacionalismo fanatiza e idiotiza. Que el adoctrinamiento es peligroso y que al cabo de los años, eso se esté visualizando de una forma tan cruenta como lo está siendo ahora.

 El catalán de los 80 ha sucumbido a la TV3, a los libros de historia a la carta y ante el sentimiento de agravio que los políticos sin escrúpulos les han hecho crecer en el corazón. Que los de “espanya en roba” tiene su antagonismo en “Pujol es qui robaba”. Que no son mejores – ni peores- que nadie, y que si quieren escindirse, tendrán que hacerlo con el consenso de todos los que integramos esta nación (la española). Que yo en Barcelona me siento en casa, del mismo modo que espero que un catalán en canarias se sienta en la suya, y que me revolveré ante la idea de que quieran excluirme y ante la idea de que quieran excluirlos.

 Y vuelvo y digo: no siento un especial orgullo por ser canario. Tampoco por ser español. Que en cuanto pueda, pondré las patas fuera de este cainita e ignorante país. Pero incluso cuando pueda irme, querré la mejor de las bendiciones por todos los habitantes de la piel de toro. Porque mis compatriotas, a la postre, son mis vecinos, mis amigos y mi familia. Y que mi patria estará allá donde cuelgue mi sombrero.

jueves, 10 de octubre de 2019

¿porqué Bangkok?

Este texto no es mío.
 Es de un añorado amigo fallecido que vivió unos cuantos años en Bangkok. Nos conocimos por la red y luego en persona en la ciudad de los ángeles. Y fue él mi mentor y quien me abrió el camino para conocer la megalópolis más fascinante del mundo. Me hubiera gustado ser yo el autor de este texto, porque me inspiró y fue el aliciente que necesité para lanzarme a una aventura que ya se prolonga por una década varias veces al año.
 Que lo disfruten y les inspire tanto como me inspiró a mí:

PORQUÉ VIVO EN BANGKOK?

Color. Una de las cosas que hago cuando me encuentro de bajón es pillar un taxi y pedirle que me lleve hacia las afueras. Ver las zonas de Bangkok, los regadíos, los canales, la gigantesca cantidad de pequeños comercios, las personas vendiendo, ofreciendo, caminando, trabajando, los anaranjados monjes, los conductores de moto-taxis en con sus libreas coloradas, las turistas nórdicas con su tez pálida y su melena amarilla entre los indios negros de pelo oscuro, por los puestos callejeros en los que se venden mil abalorios colgando mostrando su mejor aspecto. Ver las palmeras verdes refulgir con el sol. Ver la vida fluir es sensacional.
 
Cosmopolita. Personas de absolutamente todos los lugares, oriente y occidente, se juntan aquí. Ir a celebrar el año nuevo a Khao San Road es una experiencia que hay que hacer al menos una vez en la vida. Ver a toda esa gente, de todos los países de Asia y occidente, convergiendo en esa calle, contando hacia atrás los segundos al unísono -cada uno con su marcado acento del inglés- es algo que realmente distorsiona la realidad. Allí y en ese momento estás en un lugar absolutamente distinto y percibiendo que esa atmósfera es compartida por todos. En zonas empresariales, pasar por los edificios de multinacionales de la ciudad y ver salir a los oscuros hindúes enfundados en su trajes con corbata hablando con mujeres asiáticas de aspecto corporativo a la vez que pasan los tuk-tuks al lado de su lujoso coche es un contrapunto brutal frente a una ciudad española. O meterte en un pub en donde las chinas de nueva generación, a las que ya no les falta ningún dinero, bailan sin complejos contra el proyector con esa especie de guantes de dedos cortados y un pequeño sombrero negro estilo Chicago años 30 mientras cerca un grupo de nórdicos intentan sacar algún rédito de las horas invertidas en el gimnasio con ellas. Por las calles, hombres vestidos de blanco, musulmanas totalmente de negro, se mezclan con los residentes australianos y europeos y los propios tailandeses que viven en la zona o trabajan allí. Mientras estás contemplando la escena, un iraquí para su scooter a tu lado y te dice que si quieres contratar un viaje en su nuevo negocio -que se llama como la cadena de televisión, al-jazeera-. No sé si se puede ir más allá que esto, pero a mi me fascina.
 
Tecnológico. Cuando sacaron el iPad y me comentaron desde España que "ya habían visto uno de exposición en la Fnac" a mí me sorprendió: aquí ya se estaban vendiendo (en el MBK para ser exactos). ¿Que no se distribuye fuera de Estados Unidos? Bueno, esto es Tailandia, casi todo es posible aquí.
 
Comida. Y no sólo me refiero a la comida tailandesa, sino el cuidado con el que lo hacen todo. La cocina es una religión aquí. Y es barata. Comer ternera de forma muy similar a la zorza o raxo en Galicia -que tanto echaba de menos-, no tenía precio. Ahora sí: unos 90 céntimos de euro. Los calamares tal como los preparan aquí, el arroz pegajoso del norte de Tailandia, sus ensaladas... Y por qué no, si te apetece, pasarte por el supermercado y hacerte un bocadillo de chorizo o jamón serrano con un pan que sólo es comparable al de Galicia hace 15 años (aquí en muchas cosas aún no han entrado todavía en la elaboración industrial). En medio de este cruce cultural puedes comer en restaurantes de muchos estilos sin tener que pasar por el cajero. Cuando en España dices "Esta noche vamos a comer a un hindú" normalmente se traduce como "vamos a pagar un pastón por tomar unos platos de degustación". Y si dices "voy a comer a un vietnamita" normalmente quiere decir "voy a pagar otro pastón por ir a comer a un restaurante de chinos que realmente no conocen muchos platos comunes en Vietnam a no ser que vengan directamente en la carta". Aquí ir a comer a un vietnamita o a un hindú significa exactamente eso. No tienes que pedir el pago a plazos al pedir la cuenta: tienen que competir con los tailandeses, en calidad y precio.
 
Chicas. Chicas espectaculares con las que puedes hablar, bromear y sin el increíble ego de las mujeres españolas. Como en todos los lados, hay de todo, pero es un mundo de diferencia entre España y Tailandia. Y quien quiera que tire piedras o cañonazos, pero sentirse atraído por mujeres esculturales de piel aterciopelada y una actitud dulce es parte de la prerrogativa biológica. No es posible enfatizar esto lo suficiente.
 
Una cultura diferente. Sumergirte en una forma distinta de comprender la vida, en un nuevo idioma -que refleja una nueva manera de estructurar pensamientos-, todo ello entre personas que agradecen de verdad ese esfuerzo, te ayudan y responden a él positivamente es simplemente sensacional.
 
Estilo de vida. Levantarte. Tomar un café. Ir al gimnasio que está en la 8ª planta (y que las personas de mantenimiento tienen como los chorros del oro) lejos de los abarrotados gimnasios españoles. O ir a nadar un rato a la piscina en la mismo piso. Trabajar en días luminosos. Comer en uno de los muchísimos y deliciosos puestos callejeros. Al terminar, si estás cansado, pasar a que te den un masaje. Llegar a tu casa que te espera limpia (contratar a alguien para que limpie aquí es muy barato - mucha gente de clase media tiene directamente criada 24 horas-). Pensar en qué quieres hacer entre las mil y una ofertas que tiene esta ciudad -de todos los tipos y precios-. O estar en el piso de tu condominio con todo lo necesario (tienda 24h, seguridad 24h, recepción 24h, etc.) O, si quieres trastear un poco con internet, llevarte el ordenador a la piscina en una tumbona en el agradable atardecer, cuando el calor intenso amaina y queda la suave iluminación y el arrullo del agua. De fondo tienes el impresionante Bangkok, con sus enormes edificios iluminados al caer la noche. Y lo más importante: hacer todo esto por menos de lo que cuesta una letra de hipoteca de un piso de segunda mano en una de las grandes ciudades españolas.
 
Más humano. Cierto, te intentarán sablear por todos los lados. Pero es que si lees el libro "Entre limones" de un británico que hace unos 40 años se vino a vivir a España, tampoco describe una situación diferente. Para lo bueno y lo malo, las cosas son más intensas, más auténticas, más viscerales. Ellos tienen sus capas de hipocresía, pero es que son en buena parte diferentes a las nuestras y eso es liberador en cierta forma.
 
Urbanismo. Algo que me llama la atención y me gusta mucho (por muy raro que parezca) es ver la complejidad y la evolución que tienen las ciudades grandes. Esa especie de de caos urbano con construcciones de diseños extraños, cambios de idea, diferentes edificios, diseños multi-nivel (Bangkok es realmente una ciudad en 3D) e incluso las escenas de decadencia urbana. Para muchos Bangkok es un vómito de hormigón y cristal en el sudeste asiático. A mi me fascina.
 
Barato. Lo puedes hacer: no tienes que quedarte desde 'la barrera' viendo las cosas. Aunque mucha gente se queja de que Bangkok es más caro de lo que pensaban -y ciertamente no es gratis, mucho menos en esta ciudad que acumula el 45% del PIB de toda Tailandia- no se paran a pensar cuanto les costaría vivir en España como lo están haciendo aquí. Y sobre todo, no comprenden que Bangkok no es Tailandia. Es una excepción y los precios fuera son totalmente distintos. Pese a eso, comprar ropa en mercados para Tailandeses, la comida, el alquiler del piso, las facturas, la calidad de vida no tiene comparación con la península. Ciertamente también hay sitios en los que gastar el dinero, pero vivir de la misma forma que en España es un orden de magnitud más barato aquí.
 
El paraíso no puede esperar. Cerca de la ciudad, o con vuelos a precio de autobús en España, puedes estar en el paraíso unos días. Y es más barato que Bangkok. De locos.
 
Son 24 horas de vida. Si un día a las 3 de la mañana no puedes dormir, baja a Sukhumvit. El clima es extremadamente agradable, han montado las mesas por las calles, personas están tomando por allí una bebida. Pídete una cerveza. Habla con las personas. 
 
Un mundo de gente fascinante. En general no te encuentras en Bangkok a personas grises con trabajos de 9-a-6 que siguen el ciclo de estudia-trabaja-reprodúcete-muérete-repite. Para bien o para mal, mucha gente que está allí está buscando algo. Y sí, hay mucha gente que va por las mujeres, por el clima o para maximizar su pensión, pero mucha gente -muchísima más que la encuentro en España- tiene algún tipo de pulsión que la lleva a estar en otra parte del mundo.
 
Vietnam está cerca. Y eso para mí es importatísimo. Si en Tailandia te encuentras gente interesante, Vietnam es una bolsa de realidad dentro de nuestro mundo. Hanoi es para mí lo más parecido a la serie "Doctor en Alaska" que haya encontrado jamás. Conocer a muchas de las personas que están construyendo/inventando su vida allí vale más que la visita al lugar en sí mismo. Queda un pedacito de esa estación de la película "Tres estaciones" todavía en Vietnam y somos afortunados de ser, posiblemente, los últimos que podamos disfrutarla.