miércoles, 16 de julio de 2025

SIETE MESES DE CARACOL

Desde que tengo uso de razón, el caravaning siempre me estuvo tentando. En mis largos años en la península, y siendo un motero de pro, reconozco que cuando paraba en algún camping continental con mi moto para montarme una humilde caseta de campaña, esas caravanas super preparadas me causaban una cierta envidia. Pero nunca me las tomé en serio. Demasiado caras, demasiados problemas y sobre todo, que para un jovenzuelo insolvente como yo, esas cosas eran de jubilados ricos. Yo era feliz con mis dos ruedas haciendo el cabra y estaba muy lejos de tomarme en serio algo que literalmente no estaba a mi alcance. Pero sí, me gustaba. Desde la barrera y desde lejos, pero me gustaba. Y fíjate tú que la vida da vueltas, y que a mis 57 años y viviendo en una isla, empiezo a reconsiderar el tema. En las peores condiciones posibles. Yo, que a los 40 decidí comprarme una Harley justo cuando volví a mudarme a la isla y el tiempo y la experiencia me demostraron que la Harley en un terruño constreñido como este era tirar el dinero, lo aprendí a base de cocotazos. Cuando le di doscientas vueltas con la moto a esta isla redonda, me harté de ella. Era cara, exigente en su mantenimiento, chupaba más gasolina que yo cervezas y se convirtió en un dolor caro y pesado de mantener. 3 años me duró hasta que cansado de tanta exigencia entendí que un hierro como ese en una isla como esta no tenía demasiado sentido y la vendí. Bendita decisión. Me saqué el capricho de encima a tiempo de que el tiempo y la perreta no causaran daños. Por entonces tenía entre 43 y 45 años, un cuerpo en condiciones y un cerebro no muy inteligente pero bien amueblado. Creo que deshacerme de ella fue una buena decisión. Pero como soy así de inestable, a mis 50ytantos largos y a pesar de la experiencia, empiezo a considerar lo de la caravana que siempre me había tentado.Y como soy como soy, que aunque no lo parezca, no tomo decisiones a la ligera, empiezo a valorarlo y me encuentro con el dilema: Sigo viviendo en un terruño pequeño, y un vehículo como ese parece que pide rueda de continente. Por otro lado, son indecentemente caras. Su popularidad en los últimos tiempos les ha elevado el precio de forma exponencial y desmesurada. La opción "segunda mano" no mejora. Siguen siendo caras y son vehículos con demasiados kilómetros como para fiarte de ellos. La opción "háztelo tu mismo", o sea, compra una furgo y camperízala tú mismo podría valer para un tipo que no fuera yo, que lo único que sé hacer en la vida es juntar 4 letras con gracia y realizar programas de televisión con garantías, pero que no sabe coger con soltura un destornillador y que para arreglar un grifo necesita tropecientos tutoriales de youtube. No. Mi única opción era una furgoneta nueva y hecha por profesionales donde yo solo me tuviera que preocupar por elegirla y conducir. Y volvemos al problema principal; el precio. Pero sea como sea, salvo el obstáculo y consigo el dinero. Alentado por alguien tan sublime y desnortada como yo, me decido a probar. Y pruebo. Y el balance es éste: Ha sido la mejor decisión de mi vida. En contra: precio esto es una islita que te acabas en 5 días, nunca le vas a dar la rueda que ese cacharro amerita para rentabilizarlo mantenimiento consumos por bien equipada que esté, vas a echarte a perder en accesorios que valen una pasta cada vez más restricciones de aparcamiento y pernocta Es una casa. Hay que limpiarla, mantenerla ordenada, atender a sus instalaciones (agua, luz,etc). Es un coche, hay que revisar el motor y sus consumibles, revisiones, etc. ....y alguno más habrá.... a favor: la furgoneta me ha dado un espacio propio que anhelaba. Es una casa, y como tal se convierte en un refugio donde desconectar aunque sea parado viendo la TV. No hacen falta cientos de kilómetros por delante. Puedo ir a cualquier sitio, cogerme una cogorza con los amigos, dormir la mona en ella y no arriesgarme a conducir. Proporciona hogar, seguridad y un lugar donde recalar. No gasto un duro en hoteles, ni restaurantes. Paro donde quiero ( o casi) y me siento tremendamente libre. Y llego a la conclusión de que sumar kilómetros no es lo que le da valor. Hasta los metros se lo dan. Volvería a comprarla una y mil veces. Quizás, como con la Harley, llegue a hartarme de ella. también es exigente y pide mucha dedicación. Pero a día de hoy nos está proporcionando tanta felicidad a mi, a mi madre e incluso a Koira que difícilmente se me ocurre una inversión mejor. Me ha costado aprender a conducirla con solvencia y sentirme seguro. Cada vez que tose ( y lo hace), me desalo intentando solucionar el problema. Y aún así, cada día que amanece solo anhelo volver a ponerme a los mandos y que mi caracola me lleve a un sitio que me ilusione aunque esté a dos manzanas de mi casa. Ya veremos lo que me dura este entusiasmo, pero 7 meses después entoy contento y reafirmado. Gracias, caracola.