Soy conductor.
La DGT me facultó hace más años de los que deseo admitir, a conducir vehículos (coches y motos) por los asfaltos de esta piel de toro. Creo que deben ser 30 años o más. Y he sido un conductor modélico. Conservo los 15 puntos de mi carnet impolutos, y mis seguros se congratulan de haber estado 30 años sacándome pasta con una siniestralidad que ronda el cero absoluto.
Hace unos meses me compré un patinete eléctrico. Y ese cacharrete de gama media baja, que no supera los 25 km/h, se ha convertido en mi mejor aliado en los desplazamientos urbanos. Es eficiente, limpio, barato y reconozco que la mejor alternativa que me hace ahorrar tiempo, dinero y fatigas porque ni siquiera tengo que aparcarlo. Me acompaña allá donde voy como un perrito faldero y lo mismo lo aparco al lado de la mesa del bar donde me tomo un café, que subo a la sexta planta del corte inglés mientras hago mis compras.
Eso sí, reconozco, como conductor que soy, que es peligrosísimo. Su naturaleza dual hace que lo manejes tanto en una calle con tráfico pesado, como en una zona peatonal, y en ocasiones conjugar los dos mundos genera ciertas incompatibilidades que hacen que tu lóbulo cerebral derecho se de de ostias con el izquierdo. Manejar este aparato reclama una atención máxima que varía en función de la vía que transites. Y siempre, en todos los casos, eres carne de cañón. Un accidente en una vía convencional te convierte en un ser endeble que se va a llevar la peor parte en cualquier accidente con un coche. Y en una peatonal, siempre te convierte en el culpable de causar cualquier tipo de lesión a un peatón al uso. Sí, es un peligro que te obliga a poner todas tus facultades en Defcon4 cuando al volante de tu coche, o al manillar de tu moto tienes una serie de cualidades que te igualan al entorno.
Y a Dios gracias, hasta hoy mis 567 km en patinete no me han dado ningún disgusto remarcable. Pero mi experiencia de hoy ha hecho saltar todas las banderas rojas y me ha hecho reflexionar..
Transitando una zona peatonal despejada (y permitida para bicis y patinetes), iba a todo lo que da (25 km/h). Pero al llegar a un paso de peatones, un peaton despistado no me vió llegar y cruzó. A escasos 5m de mí. Toqué mi timbre(como el de las bicicletas, un tin-tin absurdo que no oyó, y clavé el ridículo freno de tambor trasero a todas luces insuficiente para la distancia, por lo que tuve que acompañarme de un grito "cuidado, cuidado". Afortunadamente el grito sí lo oyó y ambos pudimos frenar nuestra trayectoria antes de una colisión que, todo hay que decirlo, tampoco es que hubiera sido "brutal" ni hubiera acarreado más consecuencias que las de un pequeño empujón que ni siquiera se produjo, pero casi. Y lo que vino a continuación es lo que me hace reflexionar:
Una vez parados, admití mi culpa y pedí disculpas. " lo siento tio, no pensé que fueras a cruzar y clavé frenos todo lo que pude pero ví que no era suficiente. Culpa mía, disculpa". Y lo que recibí fue una mirada asesina y un grito de "a ver si miras por donde vas, idiota!!"
Y vale, ahí me salió la Ernestada en cero coma. Aún sabiendo que, en puridad, la falta era mía, no quise admitir que su razón le facultara para esgrimir un insulto de forma impune y menos habiendo recibido una disculpa. Podía haberme callado, seguir mi camino, y purgar mi culpa amulado y agradeciendo que nada hubiera ido a mayores, pero no, tuve que rebotarme. Y después de mi admisión solo atine a decir "mira, amargado de mierda soplapollas, la próxima vez que cruces una calle sin mirar, quítate los cascos para que oigas las advertencias y te vas a llamar idiota a la puta madre que te parió". Tal cual. Mal hecho, vale. Debo aprender a contenerme y minimizar, que es la mejor forma de evitar problemas, pero no me salió. Debería tomar ejemplo de mi amigo Diego, que ya me ilustró de como su vida de conductor en Madrid mejoró cuando ante un problema de tráfico, era mejor lanzar besos que peinetas.
Pero sí, me tocó los huevos que la gente ante un derecho reconocido, se arrogue la potestad de hacerlo valer con un insulto que a mi edad ya me cuesta digerir sin resistencia.
Es como cuando con el coche frenas ante un paso de cebra y el que cruza, arropado en su derecho, lo hace a paso de tortuga importándole un pito y tres pimientos el tiempo que te retenga, porque su derecho le da derecho a humillarte, y lo de acelerar el paso para que la parada sea lo menos gravosa para ambos, se regodea en hacerte esperar lo que sus santos cojones tengan a bien. Pues vale. Pero lo de insultarte de gratis es también un derecho?
qué hubieras hecho tú?