lunes, 13 de diciembre de 2021

Buenismo Vs linaje

 Estoy despistado.

  En los últimos tiempos asisto atónito (y despistado) a una aceptación generalizada de nuevos modelos de convivencia que parece que todo el mundo asume con naturalidad mientras que yo, el viejo cebolleta, sigue mirando desde la barrera y con escepticismo.

  Me crié en una familia católica de antaño. El modelo era el que era: papi, mami, churrumbeles, y a correr.

 Hoy no. Hoy hay familias de todos los colores y formas y, que quede claro, todas ellas cuentan con mi respeto y empatía. No seré yo quien condene a nadie porque haya escogido una forma de vida por mucho que ésta se de de bofetones con mi encorsetada educación judeocristiana.

 Lo que pasa es que aún no he conseguido ver que ninguno de esos modelos aporte ventajas significativas a mi (repito) encorsetada educación judeocristiana.

  Veo familias contruidas con infinidad de cimientos.

  Padres y madres divorciados que encuentran nuevas parejas, que a su vez tienen hijos y que fluyen con el universo intentando que todo cuadre y conjugue. Mezclando un legado genético con otro tratando que el amor y las fuerzas de los árboles del bosque construyan armonía y bienestar basándose únicamente en los pulsos e impulsos que les llevan de una pareja a otra con toda la progenie de unos y otros detrás.

 Hermanos que no lo son, salvo por el puntual deseo de un papi que encuentra a una mami hasta que le dure. Mamis postizas que duran lo que dura la caducidad del empotramiento. Papis postizos que duran lo que dura la salubridad de una próstata o el saldo de una cuenta. Tios y tias postizos de menores que ven desfilando por su vida a una maraña de adultos que desaparecen tan fácilmente como aparecieron dependiendo de las fases de la luna, de los niveles de hormonas o del simple aburrimiento. Y todos tan felices en esos castillos de buenismo y progresía que, cuando se derrumban, hacen que todo retroceda hasta el sistema que nuestros ancestros no eligieron por azar.

 Cuando todo se desmorona, solo prevalece la sangre. El linaje. Al final cada uno es de quien comparte su plasma y sus leucocitos. Que si mi mami y tu papi no acaban de cuadrar, yo me quedo con mi mami porque es mia y la que me parió, que a tu papi lo encontramos en la calle y cuando doble la esquina no lo volvemos a ver. Que sus hijos no son ni mis hermanos, ni mis primos ni nada mío por más que me los metieras por el gaznate, y que cuando las cosas se enconan cada cual sigue su camino y mi camino es el de los genes que me transmitieron mis mayores.

 Que al final te das cuenta de que el sistema, perverso y cuadriculado de quienes nos parieron, es el que prevalece porque lo inventaron hace milenios en algún desierto de oriente medio unos pastores celosos de salvaguardar su esencia frente a unos modernitos buenistas que no saben lo que es beber sangre de una cabra para sobrevivir ni la importancia de mantener tu estirpe a salvo e inmaculada para prevalecer frente a la competencia.

 Que si somos lo que somos y si venimos de donde venimos no es ni por casualidad, ni por capricho ni porque nos guste. Somos el resultado de un éxito de planificación y orden que aunque ahora no nos agrade sobre el papel, nos abofetea con dosis de realidad y pragmatismo frente a los nuevos modelos de flojos y desnortados que se derrumban con cada brisa de los tiempos.

 Pero seamos empáticos.

 Pero a ti te encontré en la calle,