Cuando eres isleño y vives en un peñasco demasiado alejado del mundanal ruido, el concepto "low cost", te resulta simpático a priori. Nuestra lejanía encarece tanto cada minuncia de nuestras vidas, que siempre vemos en toda oferta una oportunidad y un alivio porque, no nos engañemos, el paraiso merma cuando nos toca el bolsillo más de lo que estamos dispuestos a asumir y sobre todo, cuando ni siquiera podemos afrontarlo.
El low cost cobra especial relevancia cuando aplica sobre algo tan fundamental como el transporte cuando éste se convierte en la diferencia entre el todo y la nada. Y esto bien podría ejemplificarse en las compañías aéreas. Está muy bien vivir en un "paraiso" a 3000 km de los grandes problemas globales, pero eso tiene un precio, y uno de ellos es que cuando quieres salir de él, te cuesta una pasta que te cuesta sudores ganar.
Recuerdo una época en la que, para un canario, viajar era sinónimo de holgura económica. Dado que para salir de esta jaula de oro lo más apropiado es un avión, es fácil de deducir que quien podía permitirse semejante alivio debía tener unas cuentas saneadas y a la postre, ser eso que se llama "un privilegiado". Llegar a Madrid eran como mínimo 60.000 de las antiguas pesetas y eso no estaba al alcance de todos los pejines que habitamos estas 7 desdichadas rocas.
Pero hoy día todo eso ha cambiado. Con la liberalización del sector aéreo, aparecieron nuevas compañías que rebajaban la presión, y con la competencia, aparecieron las low cost. Hoy te vas a la península por 60€ ida y vuelta, y ese es un precio que, aliñado por las subvenciones estatales al transporte de los ultraperiféricos, cualquier adolescente lleno de acné puede permitirse si sabe administrar la paga semanal y el regalo de reyes con cierta solvencia.
Este fin de semana he viajado con Vueling. Una low cost que no está socialmente entendida como el cutrerío de Ryan Air, pero que aplica el mismo concepto: Yo te llevo del punto A al punto B por un precio asequible, pero si quieres cualquier lujito o comodidad, te voy a sacar la sangre. Y me parece bien. Se acabó lo de facturar equipaje por la cara, lo de las comidas a bordo y las sonrisas de la tripulación aunque seas un pelmazo. Si quieres privilegios, te los financias aparte. Correcto. Y sin darnos cuenta, se revierte el concepto low cost, porque a la larga, tú crees que la low cost es la compañía, pero lo que en realidad está ocurriendo es que tú te conviertes en un cliente low cost.
Antes tu carísimo billete de iberia incluía un mundo de conceptos que ahora no aplican (facturación, comidas, atención), y te costaba una pasta gansa. Ahora en estas nuevas compañías, tú te curras la tarjeta de embarque, el check in, te ves obligado a llevar una absurda maletita de cabina y el personal te trata como a agua sucia. Vas en aviones optimizados hasta el punto de que no puedes ni reclinar los asientos, y si te gusta ir en ventanilla, lo pagas aparte.
Pero amigos, hay gente que no lo asimila, y sin saberlo se convierten en clientes low cost profesionales. Gente que pagando 60€ por un billete, se creen con derecho a ser tratados como la reina de Saba en una recepción con el embajador. Y ellos lo saben. Y el personal de la compañía, también lo sabe. Personal que acaba quemado de lidiar con pelmazos que se quejan por todo olvidando que viajan a precios de risa y profesionales de la reclamación y la lloradera a ver si el viaje les acaba saliendo gratis.
Comprendo y compadezco a los trabajadores de estas low cost. Si su vocación eran el servicio y la atención, acaban siendo esclavos de una manada de energúmenos que les amargan la jornada y endureciendo su corazón dejándolo sin empatía, sin ganas y con diversas taras psicológicas.
Si sabes que tu billete ha salido barato porque no te van a dejar hacer lo que te de la gana, ¿porqué te empeñas en saltarte todas esas normas que te han permitido viajar sin apurar el bolsillo?????. Las normas están claras y explicadas, y si las comprendes, ya sabes lo que debes hacer: si dice que "un bulto de cabina y un bolso de mano", ¿para qué cojones llevas dieciocho bolsas intentando disimular???....si dice que elegir asiento cuesta dinero, ¿para qué huevos te pones plasta si no te gusta el asiento del medio que te ha tocado en el culo del avión?. Si querías embarcar el primero y ponerte donde te diera la gana, ¿para qué escogiste la tarifa más barata?...
Al final, eso acaba siendo un enjambre de insatisfechas plañideras y la tripulación una desganada masa laboral que acaba perdiendo la paciencia y la compostura ante tanto cretino suelto. Se acabaron la risas, el placer del viaje y las ganas de agradar. Porque no nos engañemos: el concepto de compañía low cost puede ser perverso para el cliente, pero cuando el cliente se convierte en un cliente low cost, la única alternativa es el infierno.
Me gustan las compañías low cost. Si pudiera permitírmelo, viajaría siempre en compañías que no lo fueran, pero como no puedo, lo mejor que puedo hacer es acatar las normas y molestar lo menos posible con mis tonterías si a cambio puedo darle un abrazo a mi amigo Jordi por 60 miserables euros y sin provocar que una pobre azafata acabe hasta los ovarios de mi narcisista forma de entender mi ego.
Y dicho esto, Me ha gustado el servicio, los aviones y la atención de vueling. Espero haberles gustado yo a ellos. Y si no tampoco pasa nada, porque en cuanto tuviera pasta, los dejaría botados por cualquier carísima compañía que me permitiera ejercer de cliente VIP.