viernes, 21 de abril de 2017

Sangre canaria, sangre ¿¿¿¿azul????



Ayer mi socia y amiga Tailandesa decidió ir a donar sangre en la unidad móvil del instituto canario de hemodonación y hemoterapia del Gobierno de Canarias, que estaba situada en plena calle de Triana.
 Volvió llorando, diciéndome que no quieren ni su sangre, por el extraño motivo de que no habla español con la fluidez necesaria. Dicho motivo me pareció extraño y deduje que debía haber algún error, por lo que me decidí a acompañarla y ver qué demonios estaba ocurriendo.
Al llegar, la señorita que recibe a los voluntariosos transeúntes que deciden donar su sangre me dice que efectivamente, no pueden recibir su donación porque el paso previo es una entrevista con el médico de la unidad en la que –supongo- le preguntarán detalles técnicos con los que evaluar su capacidad de ser donante, y que dicho señor no habla inglés. Entonces me ofrecí como intérprete, pero me indican que no, que las entrevistas son privadas puesto que algunas preguntas entran de lleno en el ámbito de lo personal y privado (enfermedades padecidas, VIH, relaciones sexuales previas, historial médico en general, etc..). Muy bien, me parece perfecto que protejan la intimidad de los donantes con tanto celo. Pero a raíz de esto, me surgen diversas reflexiones:
1)      ¿las respuestas que da un ciudadano a las preguntas previas  son consideradas veraces? ¿acaso no analizan concienzudamente la sangre donada para asegurarse con hechos, y no con palabras que dicha donación es segura?
2)      ¿no es acaso un hecho que hay una alarmante escasez de sangre y que diversas campañas sufragadas con dinero público animan e incentivan a los ciudadanos a donar tan preciado y escaso recurso vital cuyo primer objetivo es SALVAR VIDAS?
3)      ¿La situación de una persona inmigrante, aunque residente legal, con su NIE en regla y que para venir a un país en el que ya reside durante 8 años en virtud de un contrato de trabajo , le fue requerido un informe médico que descartara cualquier tipo de enfermedad no es acaso una garantía? ¿Qué esa persona, además esté dada de alta en la seguridad social, cotice y tenga su tarjeta sanitaria en regla y un historial médico perfectamente contrastable no sirve de nada?
4)      ¿es en cualquier punto concebible que el idioma sea una barrera para que esta persona venida de fuera done una sangre que pueda salvar la vida de un muy patriota isleño y residente con 4 apellidos canarios?
5)      ¿cabe en alguna cabeza que en una ciudad que presume de turística, cosmopolita, tricontinental, acogedora y abierta se instale una unidad de hemodonación en una de las principales calles turísticas y que no haya una persona con un mínimo conocimiento de inglés capaz de autorizar la recogida del preciado y escaso líquido de la vida?

 Desconozco si estas preguntas tienen respuestas razonables, pero yo hoy solo puedo sentir una vergüenza que hace que se me lleven los demonios. Sé que algunos desnortados apelarán al la máxima patriotera de “si vive aquí, que aprenda español” para acabar de hacerme sentir el mayor de los ridículos ante la cerrazón del patrioterismo barato y aldeano que tanto nos define como sociedad. Hasta para salvar una vida cercana, se le ponen trabas al lejano en virtud de los sacrosantos derechos de identidad cultural de esas de “por cojones”.
 Esta persona no está pidiendo nada. Está donando su sangre por altruismo y para las personas de una sociedad que la ha acogido. Una sociedad en la que trabaja, invierte, crea empleo y cotiza con impuestos a una agencia tributaria que es enormemente diligente a la hora de auditar, reclamar y ejecutar los cobros que su actividad laboral genera. Y que sin embargo, la excluye socialmente “por no hablar español correctamente”, incluso para seguir ayudando a esa sociedad que presume de tolerante, abierta e integradora, pero que es incapaz siquiera de atender en la lengua más usada del mundo a quien pretende contribuir  con su propia sangre al beneficio de sus vecinos.
 Una sangre que, además es del mismo color del de todos los que vivimos en esta cainita, insolidaria, injusta y paleta tierra: ROJO.